Ibai AZPARREN
IRUÑEA
Entrevista
Síle Darragh
Autora de «John Lennon ha muerto. Protestas, huelgas de hambre y resistencia»

«Éramos presas políticas, pero a su vez jóvenes corrientes»

«John Lennon ha muerto» es el irónico título del relato de Síle Darragh sobre una vida de protesta y resistencia a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980 en la cárcel de Armagh, la única prisión para mujeres en el norte de Irlanda. Traducida por Enrique Alda, con prólogos de Rita O'Hare y Gerry Adams, la obra ha sido publicada por Txalaparta.

(Iñigo URIZ | FOKU)

 

«¿Has oído la radio? John Lennon ha muerto», informó una presa a Síle Darragh el 8 de diciembre de 1980. «¿Quién cojones es John Lennon?», pensó, antes de repasar la lista de presos republicanos que se encontraban en huelga de hambre para exigir el reconocimiento del estatus político en la cárcel de Long Kesh, en el norte de Irlanda. De ahí el título de la obra de esta oficial al mando de las presas republicanas que se encontraban en la prisión de Armagh durante las famosas huelgas de hambre de 1980 y 1981, finalmente desconvocadas después de que diez prisioneros fallecieran, incluyendo a Bobby Sands. Su lucha cambió para siempre el país, pero la aportación de las mujeres presas ha sido en parte desconocida.

Se ha hablado mucho de la protesta de Bobby Sands y el resto de los presos republicanos. Pero, al mismo tiempo, las mujeres republicanas protestaban en Armagh por la misma causa. ¿El libro viene a compensar ese desequilibrio?

En realidad, no. Había 400 hombres encarcelados en los bloques H [Long Kesh] en el momento álgido de la protesta. En Armagh, había 32 mujeres. Así que no había ninguna intención de marginar a las mujeres. Simplemente, éramos menos. El libro fue escrito porque tenía cartas que me pasaron de contrabando en la cárcel, y mi hermana las había enviado a amigos en Chicago. Tengo una colección de 11 cartas, entre ellas una de Bobby Sands, la última que me escribió antes de iniciar su huelga de hambre, y de Mairéad Farrell [muerta en Gibraltar por el Ejército británico en 1988]. Cuando leí esas cartas me vinieron a la memoria todos los recuerdos, reviví esa época en la que el contexto era más crudo. Así que el libro fue escrito como un libro de memorias. Nunca tuve la intención de publicarlo.

Sus memorias comienzan con su detención. Ocurrió en 1976, con tan solo 18 años, después de haber sido miembro del IRA durante dos años. ¿Cómo se produjo ese acercamiento?

Bueno, verá, era una organización secreta. Pero había cosas que te hacían darte cuenta de que era la gente que te rodeaba la que estaba involucrada en ello. Para mucha gente que se unió a la organización, fue una elección difícil, una respuesta a las circunstancias opresivas. Muchas personas se vieron afectadas por la «cinta transportadora» de arrestos, detenciones y palizas, y veías lo que le ocurría a algunas familias, amigos y vecinos.

A pesar de pertenecer al IRA, nunca pensó que iba a ser detenida. Pero finalmente fue arrestada por el Royal Ulster Constabulary (RUC) e interrogada. ¿Qué recuerda?

Afortunadamente, no fui sometida a tortura física mientras me interrogaban, pese a que mucha gente sí lo fue. Recuerdo que me capturaron en una sala de subastas del centro de Belfast. Se habían colocado pequeños artefactos incendiarios y todavía estábamos en el edificio cuando nos detuvieron. Así que querían que firmara una declaración para decir que yo era un miembro del IRA y que había puesto estos artefactos. No firmé ninguna declaración. Finalmente, me condenaron por ser miembro del IRA.

En Armagh, sin olvidar que eran presas políticas, señala que eran jóvenes normales, con los mismos intereses que vuestras coetáneas.

Intento explicar que éramos jóvenes normales teniendo conversaciones corrientes en una situación absolutamente extraordinaria. La mayoría de las mujeres en Armagh tenían entre 17 y 19 años. Eran jóvenes adolescentes y tenían los mismos intereses que otras jóvenes adolescentes. La diferencia era que ellas habían tomado la decisión de involucrarse políticamente.

En prisión había presas lealistas y las boqueras &esc;[carceleras] también lo eran. ¿Cómo recuerda esa convivencia?

Fue muy difícil. No había muchas prisioneras lealistas, y parte de eso se debe a las relaciones que mantenían con el RUC, el poder judicial o el Gobierno británico. Nunca hubo una represión contra el unionismo porque eran representantes del Estado y, por tanto, no estaban en prisión. Con las pocas que estaban, no teníamos ningún trato. Estábamos en una protesta por el estatus político, y las lealistas aceptaron su situación como no política. Parte de nuestra campaña consistía en no mezclarnos con presas comunes o lealistas. Sin embargo, a menudo éramos provocadas por las boqueras y las lealistas, quienes buscaban confrontaciones para que nos castigasen con el aislamiento. En casos extremos, nos reuníamos con los líderes lealistas para exigir que cesaran las tensiones.

Cuando entró usted a prisión, el Gobierno británico había denegado el estatus de preso político a los presos republicanos. ¿Cómo se desarrolló la protesta por el estatus en la cárcel de Armagh?

Comenzó cuando una joven de 17 años, de Belfast, fue encarcelada por un crimen que no cometió. Fue sentenciada a 15 años tras firmar una declaración bajo coacción, y ni siquiera era del IRA. Este caso impulsó a más mujeres a protestar por ser tratadas como prisioneras comunes. Nosotras éramos prisioneras políticas. Hoy, algunas siguen recibiendo compensaciones por encarcelamientos basados en confesiones forzadas. Pauline McLoughlan, condenada a cadena perpetua, ha visto su condena anulada justo hoy.

En el marco de esa lucha comenzó la «protesta sucia». ¿En qué consistió?

No utilizábamos el término «protesta sucia», que era una etiqueta británica; para nosotras era la «protesta de no lavado». Tras una redada, se nos cerraron los baños, así que decidimos no llevar ropa limpia durante tres meses, ya que nuestras familias no podían costearlo. Nos negamos a lavarnos y, cuando las carceleras venían a entregar la comida, empujábamos los orinales hacia las alas. Los excrementos se esparcían por las paredes de las celdas. Aunque al principio el olor era insoportable y muchas se enfermaban, con el tiempo nos acostumbramos.

Tras ver lo que ocurría, Nell McCafferty, periodista del Irish Times, escribió: «Estoy convencida de que Armagh es una cuestión feminista». Y de verdad lo era, ¿no?

Durante el auge de los grupos de liberación de mujeres, la mayoría no se acercaba a nosotras porque éramos consideradas políticas. Nosotras creíamos que la liberación de las mujeres iba de la mano de la liberación de nuestro país. McCafferty expuso en el “Irish Times”, que era una especie de periódico de clase media conservadora, la situación de Armagh, lo que supuso un choque entre estas mujeres que decían ser parte de un movimiento de liberación de la mujer. Su artículo atrajo la atención hacia nuestra causa.

En 1980 comenzó la primera huelga de hambre. Cuando la excarcelaron en agosto de 1981, habían muerto ocho huelguistas en Long Kesh.

Tres mujeres de Armagh y siete hombres en los bloques H comenzaron la protesta. Durante todo ese tiempo, mantuvimos una campaña de envío de cartas, usando papel higiénico para contrabandear comunicaciones. A través de estas cartas, supimos de protestas en lugares como Nueva York y Bilbo. La segunda huelga de hambre, con la participación de Bobby Sands, fue crucial. Personalmente, sentí que 1916 [Levantamiento de Pascua] había galvanizado a Irlanda hacia la libertad, pero las huelgas de hambre representaron nuestro propio 1916. Cambiaron la dinámica, especialmente en los seis condados del norte, e impulsaron una nueva estrategia política.

¿Recuerda el conteo de votos y la definitiva elección de Bobby Sands como diputado?

Teníamos una radio de contrabando. El día del recuento, pudimos escuchar los resultados. Aplaudimos al escuchar que Bobby, que estaba gravemente enfermo, había recibido un fuerte apoyo al ser elegido La euforia era palpable. Nos hizo pensar: «Alto, Thatcher se va dar cuenta de esto, ¿cómo puede dejar que uno de sus parlamentarios muera?». Pero a Thatcher no le importó.

Cita al historiador Tim Par Coogan, que dijo que «Irlanda del Norte no está en un estado de emergencia, es un Estado de emergencia». Tras 25 años de los Acuerdos de Viernes Santo, ¿qué es hoy?

Los cambios en el norte han sido enormes. Durante años nos decían que no teníamos apoyo. Recuerdo al primer concejal de Sinn Féin elegido en el Ayuntamiento de Belfast. Los unionistas no permitían que se le escuchara. Nadie hubiera creído en Armagh que habría un concejal republicano, y mucho menos una mujer republicana como primera ministra. Nunca se nos permitió ser primeros, ni siquiera éramos ciudadanos de segunda clase. Ahora, Sinn Féin es el partido más grande en los seis condados. Y seguimos luchando por la unificación de Irlanda.