Floren AOIZ
@elomendia
JOPUNTUA

Seguridad y solidaridad

Lo ocurrido en Donostia con las cenas solidarias es una expresión más de un problema global que está contagiando prácticamente todas las esferas de la vida social. Nadie, ni siquiera una sociedad tan vertebrada y sensibilizada como la vasca puede considerarse inmune. Vivimos en este mundo y en esta época y estamos ante una pulsión muy potente que conecta con malestares muy intensos y es alimentada por estructuras muy poderosas, comenzando por el propio capitalismo, cada vez más agresivo y autoritario. El «neoliberalismo del odio» lo genera y a la vez se alimenta de él para asentarse, porque gracias a la derecha extrema evita que tome la forma de cuestionamiento de las desigualdades sociales.

La derecha autoritaria agita emociones y afectos de miedo y resentimiento contra la migración. A veces lo hace aprovechando situaciones de percepción, más o menos fundamentada, de inseguridad, siempre con el objetivo de generar asociaciones de ideas del tipo migrante igual a delincuente. Saben que, en el caso del Estado español, durante mucho tiempo todos los aparatos de reproducción ideológica han alimentado el discurso de la Reconquista, que consagra al «moro» como la amenaza suprema, existencial. Pero este «moro» cambia con las circunstancias de cada momento y puede ser el emigrante magrebí o cualquier otra persona o grupo estigmatizado, lo importante es el dispositivo que permite desviar el malestar social de toda forma de impugnación de las injusticias sistémicas.

Pero, precisamente por esto, no podemos permitir que la derecha hable de seguridad cuando sus ideas y sus acciones son la mayor fuente de inseguridad para la humanidad. Un proyecto de transformación social debe ofrecer seguridad desde la solidaridad, lejos del punitivismo y el modelo de sociedad policial, sin relativizar los problemas cuando afloran, porque eso alimenta la espiral del odio autoritario. Hay otra manera de entender y construir seguridad y debemos ser capaces de hacerla hegemónica.