Raimundo FITERO
DE REOJO

Turismo de catástrofe

Probablemente el reencuentro con las mismas sospechas me induzcan a mirar en la misma cochinera donde se revuelcan por el fango con sus botas nuevas y sus fotos y vídeos para ejercer lo que algunos han dado a llamar en tono menor «turismo de catástrofe». Puede resultar insultante para las miles de personas que han sacrificado su tiempo de manera consciente con el único fin de proporcionar ayuda para paliar la situación a sus convecinos, que han recorrido kilómetros con la sana idea solidaria de arrimar el hombro y procurar mano de limpieza eficaz.

Pero parece ser que, además de los sinvergüenzas de la extrema derecha trasversal que han ido simplemente a malmeter, a levantar bulos y mentiras, a hacerse fotos promocionales y acopio de minutos de audiovisuales para sus basuras digitales, existe una serie de personas que van a ver, van a sentir el dolor ajeno, a recorrer los territorios devastados sin otro propósito que el poder contarlo, poder decir que estuvieron allá, sin organizarse, sin colaborar. Cuesta creer este relato, pero debe ser algo demasiado común, por lo que la reacción de las poblaciones y algunas autoridades están tomando medidas para impedirlo. Allí se va a trabajar, no a mirar.

Donde todo se está convirtiendo en miseria moral, en deplorable uso partidista de la trágica catástrofe es en las esferas de la política y de la gobernanza. Se hace insoportable escuchar a ciertos dirigentes políticos. Rechinan las terminales de cualquier sensibilidad al escuchar a la piara de colaboradores mediáticos contribuyendo a la desinformación interesada.