Recuerdos recuperables
La apoteosis trumpista ha erizado la piel social y política en el mundo occidental de una manera incalculable. Existe un subtexto que se va haciendo crónico en todos los análisis, en todos los avances de programación electoral en los que aparece de manera indeleble el color naranja y sus ternos azules con corbata roja. Es una campaña navideña que se convertirá en marco incomparable desde el que contemplar la marcha de los parias hacia las reservas espirituales donde anidarán las posibles esperanzas de ruptura con este totalitarismo confitado.
Alguien dijo que en València la lluvia no sabía llover y se ha vuelto tan persistente que podemos hacer un potaje de sabidurías populares y está claro que no llueve a gusto de todos y que cada vez más se ha convertido en una visita inoportuna. Pero sigue lloviendo, sigue trayendo la vida en unos puntos y las amenazas de tragedia en otros. Las cuestiones administrativas, la especulación inmobiliaria y la insuficiencia moral hace que todo se agrave. Un criminal detalle, la DANA valenciana llegó en las puertas de un puente largo. Declarar la alerta podía atentar al negocio turístico. Lamentable.
Hay unas aparentemente pequeñas acciones que conmueven más allá de lo obvio. Vamos descubriendo situaciones de miles de personas, de familias que han visto que sus recuerdos han sido arrollados o sepultados en barro. Una buena obra de una universidad nos emociona, se pueden llevar los álbumes de fotos arrasados por la riada que aseguran es muy posible recuperar las fotos. En ellas están los recuerdos de una vida. O de varias.

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