«¡Eh jefe! ¿Ha visto usted en alguna ocasión un desastre tan esplendoroso?»
Con siete derrotas en los ocho últimos partidos, y la única buena noticia con la nacionalización de Baldwin, Saski Baskonia afronta su visita a Olympiacos.

En 1964 se estrenó la película “Zorba el griego”. Si hay algo vigente en esa obra es la frase que Anthony Quinn -Zorba- le dice a su jefe Basil -Alan Bates-, un joven venido a Grecia a heredar un negocio familiar, justo cuando ese negocio se derrumba ante sus ojos.
«¡Eh, jefe! ¿Ha visto usted alguna vez un desastre tan esplendoroso?», mientras prorrumpe en una carcajada.
Saski Baskonia merece un Anthony Quinn tras siete derrotas en sus últimos ocho partidos, fuera de los ocho primeros así en la Liga ACB como en la Euroliga. Hasta el propio Pablo Laso podría ver su puesto peligrar si no fuera quien es, si no hubiera retornado al Baskonia tras 30 años de ausencia y si no hubiera firmado un contrato de tres años. Con menos apuros se ha deshecho el Mónaco de Sasa Obradovic.
CONTRA OLYMPIACOS
En estas anda Saski Baskonia, con la única buena noticia de no poder contar con Baldwin porque al fin jugará para Georgia y podrá contar como comunitario en los partidos de ACB. Y la perspectiva es tan poco halagüeña como cortar la racha en la pista de Olympiacos esta noche a las 20.15, por más que Vezenkov y Dorsey no estarán. Cierto, el año pasado Codi Miller-McIntyre le dio la victoria al conjunto gasteiztarra sobre la bocina. El año pasado.
Luwawu-Cabarrot apuntaba que «es tiempo de estar juntos». Laso replicaba que «la union del equipo no depende de los resultados. El equipo debe estar unido siempre».
Hasta en las derrotas los gasteiztarras tienen momentos de gran baloncesto. Pero falta continuidad -«hay jugadores que siguen cometiendo errores desde el principio y hacen daño a otros jugadores»- y los resultados se resienten. Así el juego, más lento de lo que a Laso le gustaría, según sus propias palabras, en buena medida por un Forrest que peca de frenar el balón.
El equipo por encima de todo y unido, y ante las dificultades, buena cara. Y exclamar a un Josean Kerejeta al que no se imagina uno bailando un sirtaki ni ganando la Euroliga.
«¡Eh, jefe! ¿Ha visto usted alguna vez un desastre tan esplendoroso?»

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