Depurando el lenguaje o intentando sacar la esencia de los conceptos que se lanzan al espacio público desde la ignominia, la ignorancia, la traducción libre y la malintencionada forma obtusa de convertir lo blanco en amarillo y lo negro en azul, se puede deducir que existe un frente judicial internacionalista dedicado a intervenir de manera directa, y quizás tendenciosa, en los procesos electorales de las democracias liberales más o menos consolidadas. Escribo de oídas, pero en Rumanía se han metido en un follón jurídico con la anulación de la primera ronda de las elecciones ganadas por un candidato que consideran prorruso. ¿No estamos acostumbrándonos de una manera incisiva y siempre sobrecargada de intencionalidad ideológica a la intervención de las togas en los procesos electorales en todo el mundo? No es buen síntoma.

Pero atender a Emmanuel Macron robusteciendo su enrocamiento como presidente de la República, y advirtiendo a los súbditos y fuerzas políticas, que, sumadas, reflejan de manera objetiva su debilidad, que acabará su mandato, y achacando a un indeterminado «frente antirrepublicano» el caos institucional en el que se halla Francia debido a sus flagrantes equivocaciones y pactos con la derecha y extrema derecha. Quizás quiere señalar al Nuevo Frente Popular como antirrepublicano, asunto que escapa a cualquier lógica empleada para analizar su composición, pero, si se juntan todos los vectores políticos, no sería descabellado acabar con esta Quinta República gaullista e ir pensado en algo más acorde con los tiempos actuales y venideros.