Nobel de la Paz para Mandela y otro inmerecido para Obama

El 10 de diciembre de 1993 se entregó un Nobel de la Paz compartido a Nelson Mandela y Frederik de Klerk. No era el primero de estos premios que reforzaba la lucha contra el «apartheid». La academia sueca ya había entregado el Nobel al obispo Desmond Tutu (1984) y, dos décadas antes, al predicador Albert John Lutuli (1961), uno de los fundadores del Congreso Nacional Africano (ANC) -el partido que lideró luego Mandela-. Lutuli, de hecho, fue la primera persona que recibió un Nobel de la Paz sin haber nacido en Europa o Estados Unidos.
De Klerk, en el momento de recibir su Nobel, era presidente de Sudáfrica. Su contribución para acabar con el régimen del «apartheid» resultó determinante. Derogó leyes segregacionistas, legalizó el ANC, reveló que el país tenía armas nucleares y las destruyó, y dotó a Sudáfrica de una nueva Constitución.
Pero el gesto por el que más se le recuerda fue, precisamente, por haber sacado de la prisión a su compañero aquel día a la hora de recoger el Nobel de la Paz: Nelson Mandela. La liberación de Mandela y la legalización del ANC sucedieron el 2 de febrero de 1990.
De Klerk pidió perdón por lo que el Estado había hecho a la población negra. «La paz no consiste en ausencia de conflictos ni trae tranquilidad, sino que es un estado de conciencia para buscar soluciones con negociación y compromisos», proclamó.
Pese a los precedentes de Tutu y Lutuli, que la Academia respaldara a Mandela, un combatiente que había practicado la lucha armada, supuso un revulsivo.
Mandela no se arrepintió de nada en la ceremonia de Oslo. Aseguró que el premio no era para él, sino para «los millones de personas que se han atrevido a rebelarse contra un sistema social cuya propia esencia emana de la guerra, de la violencia, del racismo, de la opresión, de la represión y del empobrecimiento del conjunto de una población».
Fue curioso que, solo unos meses después, De Klerk y Mandela, que reconocieron en Oslo tener importantes diferencias políticas entre ellos, se presentaron a las elecciones cada uno con su partido. Ganó Mandela, pero el líder del ANC nombró a De Klerk su vicepresidente.
El Nobel para Mandela no es el único que recayó en un líder previamente catalogado como terrorista. El palestino Yasser Arafat recibiría el mismo galardón un año después.
Con el paso de los años, el comité que elige a los ganadores del Nobel se volvió menos valiente. La elección de Barack Obama nada más asumir el cargo como presidente de EEUU, el 10 de diciembre de 2009, le restó credibilidad, pues al poco tiempo el mandatario estadounidense reforzó su ayuda militar a Isreal y ordenó bombardeos en Siria, Irak, Pakistán, Yemen y Somalia.
Según la BBC, es el primer presidente de EEUU en pasar todos los días de su mandato en guerra. Un editorial de GARA le acusó de haberse convertido en un «halcón de la guerra».
MUERTE DE PINOCHET
Coincidiendo con el Día de los Derechos Humanos, fecha de entrega de los Nobel de la Paz, murió el dictador chileno Augusto Pinochet en 2006. No hubo funerales de Estado por decisión de la presidenta Michelle Bachelet, pero el Ejército le rindió honores y hubo seguidores que le velaron durante toda la semana que estuvo hospitalizado previa a su deceso.
El día de su muerte, el dictador contaba con una orden de detención (ya había sido arrestado en 1998 por Scotland Yard y liberado por motivos de salud) y más de 400 querellas por tortura, desapariciones, apropiación de niños y crímenes de sacerdotes y periodistas. Fue incinerado por temor a que su cuerpo fuera profanado.
DOS ERTZAINAS MUEREN EN ITSASONDO
En 1995, Mikel Otegi (23 años) disparó con una escopeta de caza a unos ertzainas, cuando presumía que iban a detenerle por un incidente violento ocurrido la víspera Mató a Iñaki Mendiluze y José Luis González Villanueva. Los motivos del suceso fueron confusos. Tanto es así que un jurado popular le exoneró por no ser consciente de sus actos. Al quedar libre, se fugó y se integró en ETA, siendo detenido en 2003.
Posteriormente, el fallo absolutorio se recurrió y se dictó uno nuevo en 2012, condenándole a 34 años de cárcel.

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