Blue Monday
Pongamos que alguien, sea publicista, sicóloga social, agente de una farmacéutica o vendedor de seguros, se basó en estudios medianamente aproximativos y colocó en el imaginario colectivo la potente idea de que el veinte de enero, es decir, hoy, es el día más triste del año, siempre que caiga en lunes. Blue Monday. Para irnos entendiendo. La acumulación de circunstancias objetivas y subjetivas da pábulo a la idea: se acabaron los impulsos regeneracionistas de principio de año, como ir al gimnasio o estudiar inglés; llegan los datos de la tarjeta de crédito, el frío congela la alegría residual y, en esta ocasión, se añaden dos circunstancias complejas: la toma de posesión de Donald Trump y la incertidumbre sobre la tregua, alto el fuego en la franja de Gaza, donde el ejército israelí ha bombardeado hasta diecisiete segundos antes de comenzar, teóricamente, ese alto el fuego siempre amenazado.
Como existe un movimiento telúrico organizado a partir de secretas comisiones de expertos y militantes de lo casual que deciden dedicar a cualquier asunto tangible o intangible un día al año en todos los calendarios, hay que conjugar esto del día más triste con la subjetividad más activa, porque cuesta asimilar que existan timadores del amor que sacan dinero a personas necesitadas de cariño y futuro, pero cuando se concreta en una mujer que acaba entregando ochocientos mil euros a un falso Brad Pitt con el que creía estar teniendo una relación, la cuestión entra en comparaciones, como puede ser entender racionalmente el mecanismo que mueve el voto hacia la extrema derecha universal más agresiva.

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