Abogan porque lo privado y lo público vayan de la mano
Agentes del sector privado y del público han compartido mesa durante dos días en el marco de los Cursos de Verano de EHU. La necesidad de un nuevo marco legal, de condiciones laborales dignas para los artistas, de profesionalización, de contrarrestar falsos “mantras”... son algunas de las cuestiones abordadas ayer en la mesa redonda “El diálogo entre administración y el sector cultural”.

Compartieron mesa en la jornada de ayer Myriam Miranda, gerente de la Unión de Músicos Profesionales; Marta García, profesora de EHU; Marixi Sesma, directora, miembro de Sapere Aude Sinfonietta; Goio Uriarte, técnico de cultura en el Ayuntamiento de Hondarribia y Jokin Babaze, abogado y responsable de contratación pública en el mismo ayuntamiento.
«La gestión cultural y la actuación administrativa en materia de cultura son dos caras de una misma moneda. Los poderes públicos deben contar con los agentes culturales para llevar a cabo sus políticas culturales; y los agentes culturales necesitan el impulso de los poderes públicos para la viabilidad de sus proyectos. Esta confluencia pone a prueba la legislación y la actuación administrativa, y su capacidad de amoldarse a un ámbito heterogéneo como es el de la cultura», señalaron los organizadores del curso.
Los dos días de debate han servido para constatar diversos hechos. Por una parte, la precariedad está muy extendida en el sector cultural. Entre la lista de deberes por hacer de cara al futuro, se puede señalar el acceso a la formación continua, una de las dificultades a los que se enfrentan los diversos agentes.
Hay más. «Si queremos un ecosistema fuerte, debemos contar con el marco legal adecuado y ofrecer condiciones de trabajo dignas tanto al ámbito profesional o no profesional», manifestó Jokin Babaze, director del curso.
DESCENTRALIZACIÓN Y PROFESIONALIZACIÓN
La necesidad de la descentralización y de la profesionalización del sector también han planeado en el transcurso del curso.
Marixi Sesma abogó por «la retroalimentación entre el sector privado y el público. Ahora cada uno va por su lado. El privado -precisó- tiene que pensar como público y al revés. La línea que nos separa en vez de unirnos es la ‘fantástica’ burocracia».
La integrante de Sapere Aude Sinfonietta lanzó una invitación. «Cuando algo es público pensar como privado, para que cuide más lo que hace. Y al sector privado pensar como público, para hacerlo por el bien de la comunidad y que no sea algo personal».
«Tanto lo privado como lo público tienen que cuidar más a los artistas, no limitarse a decir ‘es caro’», manifestó Goio Uriarte.
Confesó no ser «un programador al uso». «Por eso hablé en mi ponencia de ‘mercenarios de la cultura’. Son personas que no tienen pasión, lo ven como otra cosa, que no sé qué es exactamente», aseveró.
El técnico de cultura en el Ayuntamiento de Hondarribia reconoció que el sector cultural tiene «muchos problemas» que él considera «oportunidades para ir en diferentes direcciones».
«Debemos programar espectáculo que hagan pensar, educar y hacer propuestas que hagan la vida de la gente algo mejor», agregó Uriarte, al tiempo que proponía «buscar espacios donde mos movamos juntos en pos de nuevas cosas».
«PROGRAMAR AL MÁS VULNERABLE»
«No me quiero meter en un jardín...», advirtió Myriam Miranda antes de dirigirse a los programadores y técnicos de los entes público. «Siempre echo de menos que en la música se programe al más vulnerable, que tenga un espacio público potente», dijo.
«Hace falta concienciación a la hora de diseñar partidas económicas. Si eres una institución pública predica con el ejemplo en cuanto a darle a una obra artística unas condiciones laborales dignas. Si para ello puedes organizar 30 conciertos en lugar de 50, házlo. Que estén bien pagados y cubiertos por la Seguridad Social».
«Opino lo mismo», señaló Uriarte.
Marta García lanzó una pregunta a los asistentes. «¿Realmente existe un ente estructuralmente privado que está trabajando en la cultura? Si no es así no estamos hablando de una empresa privada. En la medida en que se invierte dinero público debe hacer objetivos públicos. Hay que hacer una reflexión de balance y fines. En cultura más aún. ¿Cuál es el fin de la contratación? Los estudios de los que disponemos indican que el rol de la administración pública debería ser más bien orientado a no reprimir y a ser compensativo, orientado a garantizar que todas personas de la sociedad hagan efectivos sus derechos culturales y disfruten de programación». ‘Cuida esto como si fuese de todos’, es el mensaje. No, ‘cuida esto como si fuera tuyo’, es lo que debemos pedir a los agentes que trabajan en las instituciones públicas», subrayó.
UN MANTRA: «DESDE LO PRIVADO SE GESTIONA MEJOR»
Babaze, por su parte, dejó claro que no acepta el mantra de que «desde lo privado se gestiona mejor. No es cierto. La gestión tampoco es más eficiente».
«Sin dinero público no tenemos sociedad. Ese mantra de que ‘la cultura es viable gracias a que está subvencionado... A lo mejor la respuesta es ‘sí, y qué. A lo mejor debe estar subvencionado», añadió
Uriarte recalcó que «el mayor contratador es lo público». Narró su experiencia personal en un ente local. «El problema radica en que el presupuesto del departamento de cultura no está cerrado al aprobar los presupuestos generales. Lo comprometido previamente está garantizado y lo único que no está cerrado es lo que se refiere a los dineros de contrataciones culturales artísticas. Y cuando surge una crisis económica influye justo ahí».
«NO ES UN SERVICIO ESENCIAL»
Fue más allá. «Una rotonda o una calle puede costar 1, 2 o 3 millones de euros y parece normal. Al hablar de cultura y al mencionar el presupuesto de un concierto todo mundo se lleva las manos la cabeza. Hay un relato que dice que lo nuestro no es tan importante ni necesario. No es un servicio esencial para el ayuntamiento. Una biblioteca sí, pero un concierto no», lamentó.
Y seguidamente puso el foco sobre una de las cuestiones a los que se enfrenta hoy en día el sector de la cultura. «El relato que nos venden que la cultura es igual a ocio. No es así. El ocio está bien, pero cultura es otra cosa. En momentos pueden estar abrazados y goxo-goxo, pero no es lo mismo». «La cultura puede ser entretenimiento ,pero tenemos que ir más allá», asintió Sesma.
Miranda ahondó afirmando que «en ciertos circuitos está instaurado no pagar o no pedirle caché al agente. Está arraigado al hecho de que la cultura es parte del ocio y el entretenimiento. Hay veces que irán de la mano y veces que no. La cultura es nuestro legado, tenemos derecho a ello. Una cultura variada, inclusiva, diversa... es lo que nos define. Y claro que tiene que estar subvencionada. Si no sería cultura muy sesgada, y nos convertiría en borregos. Si solo tengo acceso a esto que me ofrecen porque el programador tiene unos intereses no alimentaré mi espíritu y mente. La cultura plural tiene obligació≠n de tener un abanico amplio».
Asimismo, en la mesa redonda de ayer, Uriarte mostró su preocupación por los nuevos modos de consumo de la cultura. «La gente va a un evento, bebe algo, y no le importa ni el grupo que está en el escenario ni el diseño del concierto. Cada vez es más evidente esa forma de consumo. Hay gente que está hablando y no viendo la película, aunque sea su opción. Están grabando la pantalla grande donde proyectan su imagen, no a Bruce [Springsteen]. El disfrute de las artes y cultura están cambiando y ahora mismo la cuarta pared da miedo, lo quieren ver tamizado; me preocupa», reconoció.

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