Daniel GALVALIZI
IRUÑEA
Entrevista
Javier Burón
Director gerente de Nasuvinsa y autor de «El problema de la vivienda»

«Resolver el problema de la vivienda genera una coalición de enemigos»

De director con Javier Madrazo en la Consejería de Vivienda de la CAV a gerente de la misma área en el Ajuntament de Barcelona con Ada Colau y ahora director de la empresa pública de vivienda de Nafarroa (Nasuvinsa), Javier Burón es especialista en políticas de vivienda. «Soy un promotor inmobiliario público, si rascas», se autodefine con una sonrisa.

(Aitor KARASATORRE | FOKU)

 

Javier Burón ha volcado su dilatada experiencia en políticas de vivienda en el libro “El problema de la vivienda. Cómo desactivar la bomba de relojería que amenaza a España” (Ed. Arpa, 2025).

En la introducción dice que el problema de la vivienda es «poliédrico y multicausal». ¿Qué quiere decir?

Que es un problema con muchas dimensiones, cuestiones legales, políticas sociales... No analizamos el problema de la misma manera en función de la clase ni de la perspectiva generacional. Es un clásico que la política de vivienda, además, genere coaliciones de enemigos. En ciencia social estos problemas se llaman ”malditos”, cuando tocas una cosa desequilibras otra, y cuando generas coaliciones de apoyo se generan en contra en otros sitios. No es un problema fácil de resolver.

Además es algo físico, las viviendas se construyen, están en un lugar, hay dimensión orgánica muy evidente, implica inversiones muy grandes. Y está conectado con la política social, también hay una variable tecnológica... Hay muchas caras a tener en cuenta, y pone en contacto a muchas disciplinas profesionales distintas. Es difícil hacer una política pública de vivienda sin tener en cuenta a servicios sociales, a la autoridad tributaria, a especialistas en urbanismo... Por eso es difícil generar consenso.

En el libro dice que vamos de un sector inmobiliario de base física y vocación de estabilidad a uno financiero y devoto del movimiento.

Esto es un problema, lo estamos metabolizando mal en las ciudades. La economía antes era del estar, no del pasar; se creaban bienes inmobiliarios para el largo plazo. Se está metiendo muchísimo capital que busca constantemente alto rendimiento a corto plazo. Estamos haciendo bienes para unas personas que visitan las ciudades, no para los que están, que es una economía más tranquila de patrimonio de largo plazo. Si es para el pasar, todo se convierte en más financiero, de rotación.

Esto en sí mismo no es ni bueno ni malo, el problema es que se está yendo la mano con una cosa y se está quedando corta la otra. No es malo que haya casas para digitales nómadas o de segunda residencia, el problema es cuando se dedica demasiado espacio a eso y se resta espacio a la vivienda residencial de los que tenemos proyectos de vida vinculados a una ciudad.

En una entrevista dijo que no hacer nada sobre vivienda es dejar que España salte por los aires. ¿La vivienda es una bomba de tiempo?

Saltar por los aires en términos de proceso sociopolítico; nos estamos cargando el futuro de millones de personas. Estamos pagando precios, precios en edad de emancipación, en natalidad, en salud mental, en entendimiento... Hay varios millones de personas que son millenial o Z y si tú comparas su situación con respecto a la de los padres, se ven diferencias. No es que en el pasado fuera todo maravilloso pero no había un situación tan extendida de no-acceso a hipoteca, de alquileres cada vez mas caros, de gente que ni siquiera se puede pagar un alquiler sola. Estamos rompiendo el país, otra cosa es que esto no tenga expresión política, al menos no de momento.

¿El franquismo qué ofreció al respecto? Viviendas de Protección Oficial, que fueron muchas, 6 millones desde los años 50. Pasaron a ser viviendas de mercado, lo que presionaba para precios a la baja, y esa es la experiencia de mis padres. Yo tengo 55 años. ¿Qué se ofreció después a los boomers y a los X? Se les dio vivienda de mercado fácil de acceder, con hipoteca accesible, y mal que bien somos propietarios de vivienda en la que vivimos, pero ya casi nadie tiene segunda residencia. Hemos tenido posibilidad de realizar la vida sin que esto sea una distorsión máxima, pero a partir de los nacidos en 1985 ya hay un problema muy grave, porque no hay vivienda protegida, ni vivienda de mercado con hipotecas accesibles; se ha cortado y la gente va a al alquiler que no es confortable, con precios duros.

Es por esto que usted menciona lo de la diferencia de opinión según generaciones.

Este reparto generacional condiciona y hay mucha gente esperando que la herencia que reciba cambie las cosas, pero tengo mis dudas, primero porque la esperanza de vida ha crecido mucho y porque mucha gente necesitará esos bienes para pagarse los cuidados.

Veo a mucha gente de generación X, de mi generación, nacida entre 1965 y 1985, confiando mucho en la herencia, esperando esa herencia. O a los Z, que creen que este es un problema individual, que cambiará su suerte si tienen talento y si saben integrarse en el mercado. Pero no, los problemas de este tipo se resuelven colectivamente. Hay que generar servicio publico, vivienda asequible, que puede no ser solo pública.

La propuesta de solución de la derecha española es construir más, liberalizar suelo y bajar impuestos a la construcción.

Sabemos qué paso desde 1998 a 2008, ya tuvimos esas políticas. Ese ciclo inmobiliario lo inició el PP de Aznar, ellos cambiaron la Ley de Suelo y se produjeron 6 millones de viviendas en diez años y cuando acaba esta generación España tenía 25 millones de viviendas. Es una cantidad descomunal, veníamos de tener 19 millones. Si la teoría que dicen ellos es cierta, el precio tendría que haber bajado, y sin embargo el precio de la vivienda se multiplicó. Sabemos lo que ocurre si solo aumenta la oferta porque ocurrió en España.

¿Esto quiere decir que no tenemos que producir? No, pero necesitamos cierto tipo de vivienda, más que otra. Viviendas caras para la economía del pasar, no, ayuda poco. No significa que sea forzosamente publica, hay campo amplio para que colaboren sector público y privado. Hay una cartera de instrumentos que permiten generar nueva oferta. A mi modo de ver, en esto la izquierda se fracciona en muchos fragmentos, no siempre bien organizados, frente al discurso de la derecha.

Cita casos de varios países y ciudades en el libro. Menciona el caso de Viena. ¿Puede ser un modelo a seguir o ya vamos demasiado tarde?

Sí. Viena es inspiración, porque llevan haciendo cosas muy bien hace mas de 100 años. Un tercio de la vivienda allí es pública, otro tercio la gestionan entidades cooperativas, o sea empresas con lucro limitado, y el otro tercio es de libre mercado. Ese lugar es óptimo y ojalá pudiéramos llegar. Pero ahora el mercado de capitales es uno, con libertad absoluta. Las condiciones materiales en que se desarrolló la política de vivienda en Ámsterdam o Viena o en buena parte de Escandinavia eran otras. Ahora mismo en el eje sur-mediterráneo o en el eje de países del Este no hay esas condiciones.

Se habla ahora de sistemas emergentes dentro de la emergencia, en todo ese cinturón sur y el eje Este no tenemos políticas de vivienda muy desarrolladas y se está a la búsqueda. Aunque parezca increíble, nos están observando porque ven cosas interesantes en Euskadi, Navarra y Catalunya especialmente.

¿Qué opina de la huelga de alquileres?

Primero creo que sin presión social no van a cambiar las cosas, y ahora que he presentado el libro veo mucha gente de mi edad o mayor a la que nos cuesta mucho ser plásticos, somos muy rehenes del pasado. Y tampoco nadie renuncia a un bienestar ni a una posición patrimonial que le da beneficio. Me parece fenomenal todo lo que sea militar en partidos, sindicatos de inquilinos, hacer activismo, y la huelga de alquileres por tanto es un instrumento más que se puede utilizar, y si ayuda a cambiar el equilibrio de fuerzas, mejor.

Ahora bien, para sostener una huelga de alquileres hay que tener mucha fuerza social, sindicatos con muchos miembros, caja de resistencia, capacidad de depositar los alquileres en los juzgados… Entonces, para hacer cosas como las que se hicieron en Barcelona a principios del siglo XX hay que tener mucha potencia. Creo que el movimiento no está ahí todavía, por eso han elegido ser mas selectivos, creo, probar la huelga en algunos barrios, en algunos casos...

Los sindicatos piden bajar los alquileres, si hace falta, por decreto. ¿Es imposible?

En nuestro actual ordenamiento constitucional no se puede. Lo que se puede hacer es ir declarando zonas de mercado tensionados, limitando mucho el aumento, combinándolo con una reforma fiscal contra estas viviendas del pasar y no del estar, que estén ultrapenalizadas. Necesitamos menos viviendas turísticas, de temporada, menos alquiler de habitación. Que haya vivienda pública y también se pueda colaborar con el sector privado y para eso utilizar el derecho y la fiscalidad, y bien utilizadas ambas cosas, a corto plazo puede funcionar. Creo que la visión del Gobierno central va por ahí. Es la primera vez que veo que la administración general del Estado hace un buen diagnostico y propone soluciones a la europea.

La Ley de Vivienda estatal, allí donde está siendo aplicada, ¿está funcionando?

Sí, los precios están bajando y se están conteniendo, mientras que en los lugares están desbocados. En este momento hay modelos antitéticos y hay que dejar que anden y a ver qué pasa. En la Comunidad de Madrid, que no aplica la ley estatal, y que desarrolla su modelo, que es crecer la vivienda de mercado, los datos no son buenos. A la gente hay que confrontarla con sus propias apuestas. [El Gobierno de Ayuso] quiere producir un cuarto de millón de viviendas, una Zaragoza instantánea, y creen que eso en teoría bajará los precios, y tienen que explicarnos por qué, ya que las primeras decenas de miles las están terminando ahora y no baja el precio sino todo lo contrario. Hay que preguntarles qué esta fallando en su análisis, confrontarles con eso.