Se danza mejor ¿con o sin calcetines?
He visto la semana pasada dieciocho coreografías y en la mitad de ellas, bailarines y bailarinas, usaban calcetines para sus ejecuciones. Ante las circunstancias y condicionantes en la que vive la danza contemporánea, me fijé en este detalle para demostrar que me concentro mucho en lo periférico y en mi resistencia a la ausencia de interés de los danzantes por comunicarse con las espectadoras, por lo que tengo desarrolladas grandes facultades para la autoficción espacial.
La selección de los participantes en un Certamen es fundamental para entender el contexto y comprender la tendencia preponderante, pero al ser la mayoría de las piezas bailadas por parejas, se acumuló una reiteración de asuntos de índole interno, casi subjetivo, y el modelo predominante era una bailarina exquisita, versátil, y un bailarín a modo de portor, porque en la inmensa mayoría de las obras había más acrobacia y contorsionismo que lo que algunos entendemos como danza, baile, movimiento, espacialidad, conexión, cuerpos creando formas y lanzando mensajes, no historias pequeñas susurradas entre los bailarines.
Lo que me lleva a constatar que la danza contemporánea en según que niveles está en una situación de indefinición que se antoja como algo crónico.

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