La pequeñez de las élites europeas
En momentos de crisis sistémica, cuando la niebla oscurece la visión y la comprensión, podemos apelar a las mentes más brillantes y los análisis más serios para encontrar brújulas que nos orienten. Suelo apegarme a los movimientos y organizaciones populares para encontrar orientación, pero en ocasiones podemos confiar en personalidades como Emmanuel Todd, porque ha sido capaz de anticipar derivas con absoluta certeza a partir de datos micro.
Semanas atrás Todd visitó Moscú y fue entrevistado por la televisión local. Sus impresiones fueron volcadas en un texto titulado “Rusia es nuestro Rorschach”. Sería poco serio atacarlo por rusófilo, porque sus conclusiones parecen darle la primacía a la política de Putin, pero debemos recordar que fue el primero en avizorar el colapso de la Unión Soviética manejando sólo las tasas de mortalidad infantil, algo que me sigue pareciendo asombroso.
Su primer acierto es que la rusofobia de las élites europeas es “una patología de las sociedades occidentales, una necesidad endógena de imaginar un monstruo ruso”. En su visita encontró una sociedad rusa “muy normal”, lo que lo indujo a pensar que el problema no está allí.
Como ejemplo, coloca a la sociedad inglesa. “La sociedad inglesa es la más rusófoba, simplemente porque es la más enferma de Europa”. En su opinión, presenta síntomas claros de esa enfermedad: colapso académico y hospitalario, desnutrición en la tercera edad y malos gobiernos. En su país, Francia, igual le sorprende el crecimiento de la mortalidad infantil.
Pero quizá no sea lo más grave. “Nuestros líderes ya no aman a su país. Para ellos, rearmarse no es por la seguridad de Francia, sino para servir a un imperio en decadencia”, asegura Todd. El historiador nos dice que las élites han renunciado a la soberanía y al nacionalismo, y que esto las lleva a subordinarse a Estados Unidos.
Pero este punto, que comparto, parece necesario vincularlo con el hecho de que estemos ante sociedades enfermas, tanto las europeas como la estadounidense. Los datos que Todd resalta en su artículo y que amplía en su libro “La derrota de Occidente” deberían ser suficientes para zanjar cualquier debate. Sin embargo, quisiera profundizar brevemente esta “enfermedad” de las sociedades occidentales o, si se prefiere, del Norte Global.
Una sociedad está en decadencia o enferma cuando una parte de la misma no reconoce a la otra parte como formando una misma unidad. Es el el caso de los migrantes, cuando tienen un color de piel algo más oscuro, si provienen del Sur, o si tienen alguna otra característica que se considera no europea. Nunca escuché que nadie se proponga expulsar a los migrantes ingleses o alemanes, lo que revela racismo estructural típico de la ultraderecha.
Pero el mismo racismo que se aplica a los africanos, por ejemplo, se ha vuelto en otros momentos contra vascos y catalanes, sobre todo contra quienes promueven la autodeterminación o la independencia. Se trata del mismo mecanismo político y psíquico de culpar a los diferentes de los problemas propios, cuando no hay ni capacidad ni voluntad para superarlos.
Con lo anterior quiero enfatizar que cuando una sociedad elige a un sector determinado contra el que vuelca sus fobias, que en estos momentos se llama rusofobia, en realidad está enseñando las miserias internas de esa sociedad. El enemigo se fabrica, puede ser cualquiera y no debemos olvidar que la ultraderecha que hoy parece amigable con el mundo gay y lésbico, años atrás los condenaba con insultos que no olvidamos.
Todos sabemos que las economías europeas no podrían funcionar sin el trabajo mal remunerado de los migrantes. Esto es lo que no pueden mirar de frente: el rechazo de la población blanca y urbana a trabajar en la agricultura o la hostelería, de sol a sol, con remuneraciones muy bajas. El racismo contra los migrantes nos muestra dependencia de su mano de obra y, sobre todo, la evaporación de la capacidad de sacrificio de gran parte de los europeos blancos.
El gran acierto de Todd es haber puesto un espejo en la rusofobia, tan potente que nos resulta de utilidad para comprender los rechazos, que no son más que miedos no asumidos.
Ahora falta vincular la cuestión de las élites rusófobas en sociedades enfermas, con la deriva actual de la Unión Europea, sobre todo en el terreno internacional.
Mi punto de vista es que sólo sociedades enfermas (y es evidente que no me refiero al 100% de la población, sino a una porción significativa de ella) pueden aceptar el silencio o el apoyo de los gobiernos ante el genocidio palestino, o la subordinación absoluta a Estados Unidos para enfrentarse al Sur Global.
Ante el reciente fracaso, cantado por cierto, de las negociaciones de la Unión Europea con China, el medio de Hong Kong “Asia Times” reflexiona: “El resultado final es que la UE simplemente se ha subordinado como el mayor estado vasallo de EEUU en la historia”, según el analista geopolítico Andrew Korybko (“Asia Times”, 28 de julio de 2025).
Finaliza señalando: “La gran importancia estratégica de que la UE se subordine como el mayor estado vasallo de la historia de Estados Unidos es, por lo tanto, que coloca a este último en el camino de restaurar su hegemonía unipolar a través de acuerdos comerciales secuenciales, ya que probablemente fijará su mirada en América antes de enfrentarse finalmente a Asia”.
En síntesis, Trump -que no tiene nada de loco, como puede verse- consiguió subordinar a la Unión Europea y a Japón a sus caprichosos aranceles, con el objetivo de torpedear la multipolaridad emergente. Si lo consigue, no hará más que retrasar unos años la decadencia imperial, suficientes como para ensayar contraataques profundos.
El último rasgo que quiero tocar de esta enfermedad se llama racismo, y creo que esto casi no es necesario explicarlo. Racismo del Norte Global contra el Sur Global, como ya quedó demostrado en Palestina, una opción neocolonial que pretende hacer retroceder la historia casi cinco siglos.

El Patronato del Guggenheim abandona el proyecto de Urdaibai

El PP amenaza con el exterminio político a EH Bildu y sin tener turno de palabra

El exalcalde de Hondarribia fichó por una empresa ligada a Zaldunborda

«Tienen más poder algunos mandos de la Ertzaintza que el propio Departamento»
