Ni en mis peores pesadillas...
Este sábado pensaba escribir sobre la política de privatizaciones que, en esta legislatura, ha llegado a todos los rincones de la Administración jeltzale. Lo pensaba, pero, al abrir el ordenador, he leído una información que me ha dado escalofríos y me ha devuelto a la realidad de un presente donde el futuro del mundo se tambalea. En ella se anunciaba la decisión de Trump de dejar en manos de Netanyahu la «solución final» para los casi dos millones de personas que, en Gaza, aún sobreviven al infierno del genocidio. Ni en mis peores pesadillas he llegado a pensar que volvería a oír lo de «solución final» como un plan estructurado para consumar el exterminio de un pueblo, el de Gaza, al que me une el tiempo en el que vivo. Para mí, esas palabras, aunque pertenecían a la historia reciente, estaban inmersas en la narrativa cinematográfica sobre los horrores del nazismo en la II Guerra Mundial. Pasó una vez pero no volverá a suceder, pensé cuando vi “Vencedores y Vencidos” (1961), un film sobre los Juicios de Núremberg en cuyo final ya se adivina la tolerancia futura de los aliados con el pasado fascista. Me equivoqué y ha sucedido. Si Israel cumple su devastadora «solución final» y la sociedad europea no reacciona, las películas y el porvenir de todos los alegres veranos se habrán acabado.

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