Paseo en la Bestia
Las conclusiones que están sacando los atribulados autoproclamados especialistas en política internacional no tienen absolutamente nada que ver con lo que se representó en Alaska. Mientras iba camino de la feria de armamento aeronáutico, Trump dejó caer en ese modelo utilitario de conferencias de prensa en su avión que a EEUU le está yendo muy bien el conflicto con Ucrania por la venta masiva de armamento. No se le escapó, era un eslogan propagandístico más de los centenares que va soltando sin parar.
Por lo tanto, queda claro que si se acabara de inmediato, perdería los miles de millones de dólares que asegura le entran por esa cuestión, por lo que una tregua de unos meses es la trampa para renovar el catálogo de ventas, pero un final de verdad, pactado con Ucrania y Rusia y todos sus compromisos bien aclarados, acabaría con un foco que ayuda a hacer creer que la OTAN sirve para algo más que para sus caprichos y de paso aumenta hasta el absurdo el gasto militar europeo o, dicho de otro modo, de los mercaderes y comisionistas de la industria armamentística. Nos quedamos con el efusivo saludo de manos en la alfombra roja, el paseo de ambos entre cazas de última generación aparcados en exhibición notoria, más una patrulla sobrevolando la cabeza de todos, que culminó con el gesto más imposible, los dos montados en la Bestia, la limusina presidencial de Trump, que es un blindado acorazado. Un final feliz. Lo que vino después fue una comparecencia como de campaña electoral, sin preguntas de los periodistas y los dos con cara neutra y cirunstancial y deseos de volverse a ver.

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