Gaizka IZAGIRRE
HERNANI
PONTE EN MI LUGAR DE NUEVO

La nostalgia manda (y divierte)

La secuela de “Ponte en mi lugar” es predecible hasta decir basta, con una trama excesivamente saturada de situaciones recicladas y un guion que parece escrito con la única misión de alimentar la maquinaria de la nostalgia. Y, sin embargo -porque en el fondo el cine familiar vive de estas paradojas-, cumple con solvencia su cometido: ser una comedia ligera, acelerada y llena de momentos divertidos que, aunque ya los hemos visto, nos arrancan una sonrisa.

Han pasado 22 años desde aquel caótico día en que Tess y su hija Anna intercambiaron cuerpos y vivieron en carne propia lo que significaba ser la otra. La historia se desarrolla años después de que sufrieran una crisis de identidad. Anna tiene ahora una hija propia y una futura hijastra.

La base de la historia es similar a la original: protagonizada nuevamente por Jamie Lee Curtis y Lindsay Lohan, lo mejor de la película son, sin lugar a dudas, ellas mismas. Sostienen la propuesta con esa química a prueba de décadas, repartiendo carisma y humor como si el tiempo no hubiera pasado. Nisha Ganatra imprime un ritmo ágil que se apoya en la comedia física. Sin embargo, la estética visual resulta marcadamente televisiva. Y aunque el estreno en salas -cosa que aplaudo y celebro- intenta darle empaque, el resultado sigue desprendiendo ese inconfundible aroma a producción de plataformas de streaming.

Sí, “Ponte en mi lugar” es una secuela demasiado tardía, bastante innecesaria y terriblemente predecible. Pero, contra todo pronóstico, entretiene. El verdadero motor sigue siendo la dupla Curtis-Lohan: su complicidad y su vis cómica bastan para justificar la entrada… siempre que tengan claro que está pagando por ver, básicamente, lo mismo de hace veinte años, pero con más canas y algo más de ironía involuntaria.