Descentrado
Desde los tiempos de la Revolución, más aún que bajo el absolutismo monárquico, el Estado francés ha mantenido una orientación política centralizadora desde París hasta el último rincón de sus colonias, pasando por esas provincias de lenguas y culturas menospreciadas hasta el ridículo, reducidas si mucho al simple folclore de zoo humano. El centralismo, construido desde la escuela republicana, se ha basado en tres elementos primordiales: una lengua única e intocable, un poder institucional incontestable, inflexible e intolerante y una propaganda nacional-chauvinista que ha despedazado toda identidad periférica. Pero este esfuerzo no ha sido suficiente. Hasta el punto de que el Estado se ha visto obligado en más de una ocasión a reformarse para abrir una espita descentralizadora, primero en los ochenta creando las regiones, luego, en los dos mil, con el surgimiento de las colectividades territoriales como Euskal Hirigune Elkargoa, institución con más nombre que poder competencial. Y ahora, una encuesta del IFOP en toda Francia nos sorprende con un un 71% que se dice a favor de un sistema federal y un 77% de franceses y un 91% de vascos favorables a la oficialidad del euskara. El Estado no esta todavía descentralizado, pero después de esta encuesta, como poco, tiene que estar descentrado. Nos toca centrarnos.

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