Gaizka IZAGIRRE
HERNANI
AMOR EN CUATRO LETRAS

Paisajes de postal, emociones de plástico

En los últimos tiempos asistimos a un fenómeno recurrente en la cartelera: producciones que, valiéndose de un reparto de primerísimo nivel, consiguen captar nuestra atención e invitarnos a entrar en la sala. Sin embargo, una vez frente a la pantalla, la pregunta resulta inevitable: «¿qué hacen intérpretes de semejante talento atrapados en una obra tan pobre?». Lamentablemente, “Amor en cuatro letras” no hace más que confirmar esta decepcionante tendencia.

El reparto en este caso lo encabezan Pierce Brosnan, Helena Bonham Carter, Gabriel Byrne y Ann Skelly. La película relata el idilio entre Nicolás e Isabel, supuestas “almas gemelas” separadas por tragedias familiares y giros de destino tan previsibles como forzados. Todo desemboca en un reencuentro “milagroso” que pretende ser trascendental, pero no pasa de parecer un recurso místico de manual.

El guion parece incapaz de liberarse de su prosa literaria: interminables narraciones en off emborronan la pantalla, transformando la película en una clase universitaria sobre lirismo vacuo. Es un desfile de lugares comunes bañados en azúcar, todos ellos servidos por un reparto estelar que, tristemente, apenas contesta al talento que tiene.

La película se recrea en cada encuadre pintoresco, convirtiendo las escenas en postales. El problema es que esa belleza aparente está trazada con brocha gorda: un envoltorio empalagoso que pretende emocionar, pero que resulta hueco y artificioso.

Las panorámicas de la costa irlandesa y la música grandilocuente fabrican una atmósfera inmersiva, pero vacía.

El desenlace tampoco es que redima el conjunto; al contrario, se derrumba en un clisé místico digno de una novela rosa de sobremesa, con giros narrativos que parecen reciclados de una fanfiction religiosa.