Visualmente potente, narrativamente errática

Anunciada como un thriller psicológico avalado por Jordan Peele, “El Mejor” prometía terror y critica social. Lo que entrega, en cambio, es una propuesta visualmente atractiva, pero narrativamente errática, incapaz de sostener el discurso que pretender vendernos.
La historia de un joven quarterback atrapado en un programa de élite bajo la tutela de un veterano legendario (Marlon Wayans) se diluye pronto en un carnaval de delirios visuales, símbolos y metáforas que gritan a todo pulmón sin decir nada. Lo que podría haber sido una parábola sobre fe, fama y sacrificio termina convertida en un laberinto de ideas confusas.
Tipping quiere transformar el fútbol en un ritual casi sacrificial, acercándose al body horror: el atleta deja de ser persona y pasa a ser mercancía. La idea es potente, pero la película la maneja con la sutileza de un martillo. Wayans se mantiene firme como ancla en un mar de extravagancia visual; sin él, el barco se habría hundido hace rato.
El ritmo colapsa a mitad de camino, los hilos argumentales se pierden, los sustos son más decorativos que aterradores y el acto final, un caos total de luces y símbolos, deja al espectador balanceándose entre catarsis y confusión absoluta.
Intenta fusionar fútbol americano, horror y crítica. A veces lo logra: algunas imágenes, la actuación de Wayans y la premisa de fondo funcionan. Pero con frecuencia se ahoga en su propio simbolismo, atrapada por la ambición de abarcar demasiado. La premisa es potente —la obsesión americana por ganar a cualquier precio— y su estilo eléctrico transmite el vértigo competitivo. Lástima que ese mismo vértigo termine asfixiando las ideas. Audaz, ruidosa y visualmente espectacular, pero controlada como un balón en medio de un huracán.

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