Huella inteligente
Nvidia, el gigante estadounidense de fabricación de hardware, se ha convertido en la primera compañía de la historia que supera los cinco billones de euros de capitalización (lo hizo a finales de octubre), una cifra que se obtiene de multiplicar el número de acciones de la empresa en bolsa por el valor de cada una de ellas. Dirigida por Jensen Huang, CEO y presidente, el valor bursátil de Nvidia supera el PIB de las dos terceras partes de los países del mundo.
El negocio de Nvidia es la inteligencia artificial. Actualmente, controla cerca del 80 por ciento de la producción de los chips que mueven los principales modelos de IA. De hecho, ni siquiera es capaz de abastecer las necesidades de los miles de centros de datos que se multiplican por el planeta, algo que, paradójicamente, incrementa su valor. Gobiernos y empresas invierten miles de millones de euros en la creación de este tipo de centros en una carrera desbocada por posicionarse en el escenario de la IA generativa, la mayor revolución tecnológica desde la aparición de internet. Se habla ya de burbuja, como la de las puntocom a comienzos de siglo o la de las criptomonedas en 2020.
Pero lo que debe preocuparnos, más allá de si la IA está o no está sobrevalorada en bolsa, es el severo impacto medioambiental que supone esta carrera. Los centros de datos necesitan un consumo ingente de energía, el mismo que una ciudad de entre 50.000 y 100.000 habitantes. Millones de servidores en funcionamiento los 365 días del año y las 24 horas del día, que se calientan y necesitan refrigeración constante: un centro de grandes dimensiones consume alrededor de 35 millones de litros diarios, lo mismo que una ciudad de 50.000 personas. Y su vida útil es corta, entre 3 y 5 años, periodo que da la medida del tercer gran problema: la gestión de los residuos. Memorias, discos duros... se traducen en miles de toneladas de metales pesados y tóxicos imposibles de reciclar.
Explote o no la burbuja, sea cual sea la dimensión de la IA en el futuro, debemos poner ahora límites severos a su creciente y ya preocupante impac

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