Antonio Álvarez-Solís

El sueño

He tenido una angustiosa pesadilla. En ella veía al ministro de Economía sujetando una balanza antigua en cuyo plato metálico el ministro de Hacienda iba echando trozos de un ser que me pareció un metalúrgico. El Sr. De Guindos acuciaba al Sr. Montoro, mientras miraba la aguja del peso, con una frase que repetía constantemente: «aún falta algo. Quizá si añades una nalga llegaremos a lo que quiere Bruselas». Yo acababa de leer, poco antes de dormirme, que la Comisión Europea había ordenado a España sumar otros treinta y cinco mil millones de euros para nivelar el déficit público. E indicaba que los nuevos recortes para lograr esa cifra debían hacerse abaratando más los salarios y rebajando nuevamente las pensiones. No sé por qué, mientras me ponía el pijama recordé que aún hacía poco llamó a mi puerta un azarado agente de seguros que me ofreció, en tumultuoso chorro verbal, los seguros que corrían por cuenta de un determinado banco. «Si usted se asegura con nosotros -me espetó el muchacho- olvídese de si pierde una pierna o un ojo. Su futuro será magnífico». El chico añadió, sin embargo, para dejar la cosa clara, que los órganos amputados tenían diferente precio si pertenecían a la parte derecha o izquierda del cuerpo. «Téngalo en cuenta cuando choque. Solo los testículos valen lo mismo uno que otro», concluyó el agente. Esto me disgustó porque suponía un menosprecio de los dídimos, de los que guardo memorias gratas.

Y me fui a la cama. Supongo que este recuerdo y la sopa de ajo un poco cargada que ceno ahora para cumplir con mi pensión fue lo que me produjo el sueño. Durante el mismo el Sr. De Guindos le decía al ministro de Hacienda mientras descuartizaban al obrero: «¡Pon también los huevos en la balanza, Montoro, que nivelan mucho!».