Mikel INSAUSTI
CRÍTICO CINEMATOGRÁFICO
«Ilusión»

Diario de un debutante en la era caótica de Haneke

Los cines Yamaguchi tienen el honor de acoger el estreno en Iruñea de la ópera prima de su hijo pródigo Daniel Castro, guionista que se fue a Madrid en busca de fortuna y ha acabado costeándose de su bolsillo «Ilusión», un primer largometraje en el que lo hace todo dentro de un exiguo presupuesto de 20.000 tristes euros. En este mundillo del cine, como en cualquier otro, conviene ser millonario en amigos, y el postulante cuenta con la desinteresada colaboración de colegas de profesión como David Trueba, Félix Viscarret y Víctor García León. Los tres están tan geniales, en sintonía con la propia película, en sus antológicas apariciones ante la cámara.

Y si de genios hay que hablar, hablemos del hombre-orquesta Daniel Castro, que canta, toca la guitarra, baila, actúa, dirige, escribe, produce y lo que le echen. Es asombroso, y por más que queramos comparar su personalísima creación con «Caro diario» de Nanni Moretti, su desafío particular me parece mucho más titánico en los tiempos que corren. Resulta admirable que exista gente capaz de sacar cine de la nada, justo cuando peor está la situación de un mercado interior abandonado a su suerte por la administración.

En lugar de llorar, Daniel Castro se ríe hasta de su mala sombra, salvado por su genuina catadura de cachondo mental. «Ilusión» desprende ironía por sus cuatro costados, a través de lo que sería la radiografía autoparódica del debutante animoso. Ese loco del cine, que nunca renuncia a su sueño, aunque los productores le den con las puertas en las narices y la novia y la familia le dejen.

La caricatura del optimismo enfermizo y obsesivo de los principiantes llega a su punto más delirante, con las video-cartas que el Daniel Castro de la ficción graba para Michael Haneke, dentro de una imposible cruzada a contracorriente del pesimismo que invade al cine de autor europeo. Riza el rizo con la escena en que pierde su trabajo en la librería especializada 8 y Medio, por negarse a vender los DVD del ínclito cineasta austriaco.