Iñaki URDANIBIA
NARRATIVA

La soberanía del bien

Con el título con el que encabezo el presente comentario publicó, allá por los setenta, la escritora / filósofa irlandesa uno de sus textos filosóficos esenciales («The Sovereingnty of Good»); lástima que no esté traducido por acá -hay versión francesa en Éclats- ya que en él se pueden rastrear algunas de las pistas fundamentales de su escritura, no sólo filosófica sino también literaria. Platónica declarada Iris Murdoch pone en lo alto la luz del sol frente a la oscuridad y la confusión que dominan el abajo. De este modo en sus novelas, y en sus obras teatrales, asoma una balanceo entre el bien y el mal, entre seres demoníacos ( la sombra de Elias Canetti es alargada a pesar de su corta estatura) y otros rozando lo angelical o al menos que sirven como ejemplos de la vida buena. Estos últimos son los que juegan el papel de iluminadores, de redentores, de salvadores...al ser objetos modélicos de observación para quienes se hallan desnortados en este valle de lágrimas.

Si se da como cierto lo que acabo de aseverar, la novela que ahora con oportuno acierto -pues cantidad de sus libros , editados en Destino, Alianza, Versal o Ultramar, están agotados o descatalogados, como algunas de las editoriales nombradas- rescata Impedimenta con la misma impecable traducción de Luis Lasse, con que se publicó hace unos años, 1981, por Alfaguara, resulta ejemplar ya que responde de manera casi milimétrica a lo expuesto líneas arriba; según la colega de escrituras, Joyce Carol Oates nos encontramos ante «la mejor novela de Murdoch. Sin duda, uno de los mayores logros narrativos de las últimas décadas».

El peso inevitable del pasado, el amor con sus dos caras ( la lograda y la egocéntrica y posesiva), las relaciones y sus contradicciones, son, una vez más, la materia prima que conforma su narración. Dos amigos de juventud se encuentran en Londres después de haberse perdido de vista unos cuantos años atrás. Henry Marshalson y Cato Forbes han seguido caminos absolutamente opuestos. El primero regresa del otro lado del charco, donde desempeñaba su labor docente, tras haber heredado -malgré lui- una pasta gansa de su fallecido hermano ; su empeño va a ser quitarse de en medio las riquezas obtenidas (el paralelo con el maestro de Murdoch, Wittgenstein planea una vez más). El otro personaje se halla sumido en un desbrujule de órdago ya que en el barrio obrero en el que desempeña su sacerdocio, se ha enamorado perdidamente de un muchacho delincuente. El encuentro de ambos amigos va a originar crujidos unidos a los recuerdos de antaño, y las heridas afloran bajo la forma de los celos, las envidias y los encontronazos continuos. Iris Murdoch pone en danza una lograda «unidad y lucha de contrarios» entre lo dos amigos, que son acompañados en sus existencias por varias significativas mujeres.

La novela arranca fuerte y los descubrimientos inesperados -constante en la prosa de la autora- van a añadir marcha a la intríngulis inicial hasta llegar a los límites del embrollo; las pistas parecen enmarañarse y los tintes sociales conviven con la intriga y con las oposiciones que se van enfrentando en los entresijos de las almas de los protagonistas que parecen ser, en su especular relación, el derecho y el revés del alma humana, con las recurrentes dosis de «mala fe» (terreno abonado de la simulación y las apariencias) de la que hablase el admirado filósofo de Murdoch, Jean-Paul Sartre ( ahí está su primer libro: «Sartre. Un racionalista romántico» ).

Travesía zigzagueante acompañados por la tristeza y la alegría, , entre lo cómico y lo trágico, por continuas encrucijadas de los lares de la moralidad, con momentos en los que parece que la deriva nos conduce a «caminos que no llevan a ninguna parte» a no ser a la ineludible rumia bajo el manto protector del bien, como punto de partida y horizonte; seguir a Iris Murdoch en la «atestada peregrinación que es la vida humana» exige cavilación , duda y esfuerzo.