Anartz BILBAO DURANGO
Entrevista
WILLIAM DOUGLASS
Antropólogo

«La lectura de Julio Caro Baroja fue lo que me atrajo a Euskal Herria»

Tras cursar estudios de Literatura española, William Douglass (Reno, 1939) decidió dedicar su vida a la investigación antropológica. Tras doctorarse en la Universidad de Chicago, fundo y dirigió el Basque Studies Program de Reno. Se le considera el mayor experto de cultura vasca de los EEUU y ha recibido multitud de galardones por ello. Doctor Honoris Causa por la UPV (1984), Euskaltzain de Honor y premio Lagun Onari otorgado por Lakua en 1998. Si no fuera por la edad, «Mr. Basque» podría ya jugar en el Athletic.

Dentro del marco de la Azoka de Durango, Gerediaga Elkartea concede, desde 1992, el galardón Argizaiola Saria a quien se ha destacado en su labor en pro de la cultura y la lengua vasca. El premio de la presente edición lo recoge hoy William Douglass, «Mr. Basque».

Cada vez que pisa Euskal Herria el antropólogo que estuvo al frente del Basque Studies Program de Reno más de tres décadas -se jubiló el último día del último milenio, según él mismo relata- aprovecha para visitar a los Sarobe de Etxalar y a los aulestiarras Goitiandia en Gernika, «mis hermanos vascos». Esta vez, también ha atendido a GARA, antes de recoger el premio Argizaiola en una gala que tendrá lugar a las 20.30 en San Agustin Kulturgunea.

¿Qué supone para usted recibir el Premio Argizaiola?

Me da mucha satisfacción recibir el premio que Jon [Bilbao] recibió en su primera edición, es como cerrar el círculo. Aunque lo recibo yo, que soy ya un dinosaurio (ríe), lo considero un premio colectivo a Reno.

Recoge el Premio en el seno de la Azoka de Durango, ¿la conocía anteriormente?

Conozco la Azoka tras acudir en dos ocasiones como espectador... A comprar libros. Aunque no estoy muy enterado de su evolución, veo que la feria ha crecido y se ha convertido en el mayor evento cultural del país, lo cual es muy importante.

Echemos la vista atrás. ¿Cómo recuerda su primer contacto con Euskal Herria?

A través de la lectura de Julio Caro Baroja. La primera vez que pise el País Vasco vine a su casa Itzea, en Bera, con mi esposa y un niño de un año. Venía con una carta introducción de mi mentor en la universidad de Chicago, casualmente íntimo amigo de Baroja.

Y se quedó en Etxalar.

Venía con la intención de investigar la cultura vasca tradicional para mi tesis doctoral. No pretendía estudiar el tema de la inmigración, pero en Etxalar me di cuenta de la vigencia del tema del éxodo rural, la inmigración en el ambiente rural vasco. Más tarde decidí buscar otro marco para hacer un estudio comparativo entre dos aldeas y terminé en Aulestia.

¿Ha cambiado mucho la sociedad vasca desde entonces?

Tenía la sensación de que era un mundo en gran transición, pero también de que la evolución estaba distorsionada, pues eran los años de Franco. Se veía que el mundo rural se estaba marginando cada vez más en la economía española. Desde entonces hasta ahora, no hay ninguna comparación.

Se refiere a la reconversión industrial, ¿verdad?

Me llama la atención que este país haya podido reinventarse económicamente. Tras Franco la industria estaba arruinada, y cuando España entró en la UE la industria vasca no estaba al día sino atrasada, porque llevaba años en un mercado cerrado. Las ruinas industriales de la Ría de Bilbao dan testimonio de ello. Pero veo que se ha reinventado.

¿Ha sido una reinvención positiva?

Actualmente estoy involucrado en la protección del medio ambiente del Estado de Nevada; soy ecologista. Respecto a este tema, me llama también mucho la atención que a la vez que se ha reformado la economía se ha mejorado enormemente el medio ambiente. Se ha logrado progresar en ambos frentes.

Pero hoy estamos inmersos en una profunda crisis económica.

Hoy por hoy este pequeño país está en crisis económica, pero creo que, comparado con la crisis española, el País Vasco va mejor, sin ayuda del Gobierno de Madrid, o más bien a pesar de él.

¿Qué opina del nuevo tiempo político iniciado en Euskal Herria?

Soy optimista, pues creo que la gran obra queda por delante, no por detrás. Con el cese de la violencia se abre la oportunidad de normalizar, entre comillas, la política. Para mi el conflicto vasco en el fondo siempre ha sido un conflicto político, y no militar. Por lo tanto, podríamos decir que ahora se abre lo que aún solo es una oportunidad, no un hecho todavía.

¿Ha beneficiado a sus investigaciones observar Euskal Herria desde cierta distancia?

Ayuda y obstaculiza. Joseba Zulaika por ejemplo, siendo nativo y conociendo a fondo la lengua y las costumbres, ha podido llevar a cabo estudios sobre la cultura vasca que yo no podría haber desarrollado. El tendrá siempre una visión de la cultura vasca muy distinta de la mía. Sin embargo, viniendo de fuera yo puedo ver cosas que él toma por obvias. Por ejemplo, a mi me llamó mucho la atención todo el tema de qué es lo que pasa cuando muere alguien en el ambiente rural vasco, y escribí «Muerte en Murelaga».

¿La diáspora vasca de los EEUU mantiene su identidad?

Mantener la diáspora vasca de los EEUU es un reto continuo y el tiempo dirá hasta cuando mantendrá su identidad. Según el censo de 2000, había unas 6.000 personas de origen vasco en Idaho, y tan solo unos mil son socios de los centros, por lo que mantener la identidad es obra de una minoría dentro de una minoría. Además, aunque todos son «creyentes» entre ellos hay grandes diferencias de entusiasmo y de disponibilidad para el trabajo. Por definición, la diáspora se está continuamente erosionando con el paso de cada generación y el problema o el reto se complica cuando cesa la inmigración desde el país de origen, que es lo que sucede en el oeste americano, pues no hay pastores vascos ya.

Un reto complicado.

Al que hay que añadir Internet, que está cambiando el consumo de todas las identidades, no solo la vasca. Hoy la juventud escoge identidades en una pantalla, y aunque exista un mundo vasco virtual al que pueden acceder, está en competición con muchos otros mundos virtuales.

Desde Reno, ocupándose del «pueblo misterioso de Europa»

¿Cuál fue el impulso para crear un Centro de Estudios Vascos en Reno?

El sistema universitario de Nevada decidió fundar un instituto de estudios de zonas áridas, del Desierto Alto. Ninguna universidad norteamericana se había ocupado de los vascos del oeste americano y alguien sugirió crear un programa de estudios vascos, sabiendo que se trataba del pueblo misterioso de Europa, tanto desde el punto de vista antropológico como lingüístico. Decidieron fundar el programa y me ofrecieron dirigirlo a mi. Por lo tanto, volví a casa en 1967 y, al año siguiente, contraté a Jon Bilbao.

¿Qué respuesta o recepción obtuvieron por parte de las instituciones vascas?

Hay que tener en cuenta que todavía existía el Gobierno de Franco, así que no había un sistema universitario aquí, ni mucho menos. Más que tolerados, los estudios vascos estaban prohibidos por lo que estábamos lanzando una idea en el extranjero que era imposible desarrollar aquí. Por otro lado desde un principio tuvimos como misión lanzar un estudio sobre la inmigración vasca en el oeste americano, uno de los motivos fundacionales del instituto, la primera prioridad. Publicamos «Amerikanuak», sobre los vascos en el Nuevo Mundo, tanto en EEUU como en América del Sur. Después cambiamos la orientación del programa, pues Jon quiso ofrecer cursos sobre cultura y lengua, funciones bastante raras para el instituto de investigación en el que desarrollábamos nuestra labor.

¿En qué momento se encuentra actualmente el Centro de Estudios vascos de Reno?

Actualmente voy solo a utilizar la biblioteca y no todos los días. Estos diez últimos años me he limitado a formar parte de un comité de consejeros ; no quiero hacer sombra. El centro ha ido a más. Cuando yo me jubilé éramos dos profesionales y ahora ya son cuatro; desarrolla una serie de actividades que no existían durante mi tiempo. Va muy bien y me siento orgulloso de ello, casi como un padre ante los éxitos de sus hijos. A.A.