Iñaki URDANIBIA
NARRATIVA

Wall Street, 1850

Vaya por delante que estamos ante una maravilla de libro. Una edición cuidada, un satinado papel de adecuado gramaje y unas logradas ilustraciones de Stéphane Polin; así pues, desde el punto de vista del objeto-libro éste resulta sobresaliente. Del contenido, el inquietante relato de Herman Melville, qué decir... la traducción presentada absolutamente medida. La nouvelle fue escrita en tiempos de resaca ante el fracaso de su novela-océano «Moby Dick», y en este sentido puede ser interpretada como una negativa por su parte a participar en el juego de los humanos, ya que éstos no valoraban su trabajo de escritor... se rompe la baraja. El texto fue publicado en una revista literaria en un par de entregas en los meses de noviembre y diciembre de 1853; unos días después, para colmo de desmanes, ardió el almacén de la editorial, desapareciendo así todos los libros allí almacenados, entre ellos los del autor de «Billy Budd».

La historia es conocida: el patrón de un gabinete de abogados situado en Wall Street, a mediados del XIX, contrata a un nuevo empleado ante la acumulación de trabajo. El despacho cuenta con dos copistas y con un recadista; todo funciona con normalidad y monotonía en el lugar. La llegada del nuevo empleado, con aires de un verdadero espectro, va a suponer un cambio en la situación ya que si al principio Bartebly, nombre del recién contratado, muestra su entrega a copiar documentos sin descanso, de pronto y ante la sorpresa del jefe, responde al encargo de copiar algunos documentos con el célebre «Amaría mejor no» (el singular I would prefer not to es traducido, al francés, en la presente ocasión con un J´aimerais mieux ne pas). Afirmaba al respecto Daniel Pennac: «una vez en la biblioteca, no me hicieron falta ni dos segundos para coger el `Bartebly' de Melville. ¡Bartebly! Herman Melville, Bartebly, perfectamente. Quien haya leído esta larga nouvelle sabrá de qué terror puede cargarse el modo condicional. Quien lo lea lo sabrá».

A partir de esta primera muestra de resistencia, la frase se va a repetir a lo largo de la narración una treintena de veces ante la desesperación del abogado y las peticiones de expulsión por parte de los empleados. El jefe es un hombre de buen corazón y, además de no saber cómo reaccionar ante la postura discordante de Bartebly, se siente conmovido por la tendencia a concentrase en sí mismo de éste y a su resistencia a marcharse de la oficina, signos inequívocos de algún desajuste mental.

La fórmula que en francés -en la clásica traducción de Pierre Leyris- se ha solido traducir como je préférerais pas ha dado lugar a numerosas interpretaciones, tanto literarias y filosóficas (Maurice Blanchot, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Giogio Agamben o más cerca Enrique Vila-Matas en su genial «Bartebly y compañía») como políticas (Antonio Negri y Michael Hardt, Slavoj Zizek, Alain Badiou, Jacqueds Rancière, Jean-Luc Nancy...).

La edición que ahora se presenta, en palabras de los editores «el texto-culto de Melville ilustrado por primera vez para el público joven. A partir de los 11 años», sorprende ya que es difícil incluir este relato entre las lecturas juveniles o adolescentes, aunque como en toda lectura pueden darse indudablemente distintos niveles de lectura y distintos lectores dependiendo del bagaje de cada cual; digo esto ya que este texto melvilliano encierra una complejidad simbólica, política, social, literaria y filosófica que resulta ineludible para el lector. Me da por pensar que esta lectura a tales edades habría de hacerse acompañado, como en la entrada del cine se indicaba cómo no se podía entrar sin alcanzar cierta edad sino se iba acompañado de un mayor... si bien ya existen precedentes de versiones comiqueras/juveniles de otras enjundiosas obras del propio escritor norteamericano. Pienso en «Moby Dick», travestida en una simple novela de aventuras y caza, arrojada por la borda toda su carga ideológica, moral, metafísica...

* Existen numerosas traducciones al castellano de este clásico (en editoriales como Losada o Espasa Calve). En euskara, Juan Garzia lo ha traducido como «Bartleby izkribatzailea» (Erein).