Floren Aoiz
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JO PUNTUA

Carrero Blanco, Orreaga, la CIA, ETA, vascones, moros...

El recuerdo del atentado contra Carrero escuece tanto que debe ser ensombrecido. Como la historia de la batalla de Orreaga, debe ser rescrito para invisibilizar al protagonista

He optado por adelantar algunos de los elementos del puzzle. ¿Qué tienen que ver entre ellos?

Comprimidamente, me propongo señalar las coincidencias entre la obsesión por desfigurar lo ocurrido en la batalla de Orreaga y la insistencia en inventar teorías que hagan responsable de la voladura de Carrero Blanco a cualquiera que no sea ETA.

La de 778 es la más conocida de las batallas de Roncesvalles. En ella, los vascones derrotaron al ejército del imperialista Carlomagno, pero fueron los perdedores de la batalla -que no de la guerra- quienes escribieron la historia y, lo que resultó mucho más eficaz, la leyenda, mediante la Chanson de Roland. Según ese relato, los francos habían sido víctimas de una traición y más tarde emboscados por los musulmanes (los moros). Se introducía así el factor mitificador de la guerra de religiones y Roland y los suyos pasaban a ser mártires de la civilización cristiana y el honor. Los vascones quedaban reducidos a la mínima expresión: eran demasidado bárbaros para contar en el reparto principal.

Por extraño parezca, Roldán tiene un monumento en Ibañeta y durante siglos también en este país se ha dado por bueno el relato que invisibilizaba a los vascones. En el mejor de los casos, eran representados como un grupo de rústicos pastores lanzando piedras desde las alturas. El valor histórico de la derrota del imperialismo franco, sin la cual no podemos entender el surgimiento del reino de Iruñea, luego Nafarroa, quedaba así minimizado.

El aniversario del atentado contra Carrero Blanco ha vuelto a disparar la inflación de teorías, algunas sencillamente enfermizas, destinadas a crear dudas o poner en cuestión unos hechos debidamente documentados.

Carrero Blanco, la eminencia gris del régimen, era un gran amigo de la CIA y fue uno de los responsables de la preparación de la transición. Al hacerlo volar por los aires, ETA golpeaba los planes de la dictadura y sus avalistas (EEUU...), pero no porque eliminara a un supuesto sucesor como dictador (eso no era una opción a esas alturas), sino precisamente porque debilitaba el guión preparado, poniendo de manifiesto que la organización vasca disponía de una capacidad de análisis estratégico y una operatividad que no estaba entonces al alcance de ninguna de las fuerzas antifranquistas.

Aquella acción fue especialmente impactante para los tipos que, como Carrillo, pactaban con el régimen una transición capada. A pesar del tiempo transcurrido, una parte de la izquierda del Estado es incapaz de digerirlo, algo que no puede extrañar teniendo en cuenta que hay quien ha pasado con notable frivolidad de la defensa de la Constitución y la rojigualda a la fiebre por la tercera república sin ajustar una sola cuenta con el pasado.

El recuerdo del atentado contra Carrero escuece tanto que debe ser ensombrecido. Como la historia de la batalla de Orreaga, debe ser rescrito para invisibilizar al protagonista. Es la guerra del relato y está que arde.