Garra, ganas e ilusión, pero poca efectividad
El Athletic salió dominador en los primeros compases del encuentro y en la segunda parte, pero los últimos pases y la poca eficacia de cara al gol los aprovechó una Real muy segura de sí misma
El Athletic salió derrotado de Anoeta. Sí, cierto es. Pero los rojiblancos hicieron méritos como para haber obtenido al menos un empate con el que hubieran mantenido los cuatro puntos de ventaja respecto a los blanquiazules. La poca eficacia en los últimos metros decidieron el duelo.
Desde el inicio se vio que no iba a ser un encuentro normal. Un derbi es lo que tiene, que cada situación se magnifica más que en cualquier otro encuentro liguero. Y la primera `anomalía' se produjo en el lateral derecho, donde Óscar de Marcos sustituyó a Andoni Iraola. El jugador usurbildarra debió esperar hasta el minuto 60 para cumplir su derbi número 14 contra la Real Sociedad.
El atractivo del choque iluminó a Iker Muniain, quien saltó al terreno de juego con mucha bravura, dejándole claro ya en la primera jugada del partido a Carlos Martínez que había llegado a Donostia con la intención de ir a por él en cada acción de ataque.
El ímpetu del txantreano contagió a todos sus compañeros, lo que hizo que los primeros compases fuesen de los rojiblancos. Gurpegi dominaba en los balones aéreos; Herrera cortaba cada acción inicial de los realistas y además tocaba con criterio con sus más cercanos; el binomio Iturraspe-Mikel Rico funcionaba; y Susaeta insistía en los centros a un área en la que Aduriz se vio demasiado solo peleando cada balón con los centrales.
El partido se igualó con el paso de los minutos. Los rojiblancos se vieron entonces más a la defensiva debido a la calidad de hombres como Xabi Prieto o Carlos Vela. El mexicano provocó una tarjeta amarilla a Balenziaga en la banda izquierda rojiblanca; después fue De Marcos quien lo tuvo que soportar; y el azteca volvió al área pequeña defendida por Iraizoz para obstaculizar el remate de Griezmann, que se coló en la meta al filo del descanso.
Era el denominado gol psicológico, el que anima al goleador y hunde al otro. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. Los leones pusieron aún más garra tras el descanso. Los vizcainos se volcaron con todo, incluso con el corazón, pero esta vez la pelota no quiso entrar y los últimos pases no se produjeron con acierto. Algo que sí ocurrió en el bando contrario con el segundo gol. La ilusión rojiblanca se esfumó, pero volverá mucho antes del encuentro de la segunda vuelta. Seguro.

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