Alvaro HILARIO BILBO

Una obra de Lucas Cranach el Viejo llega en préstamo al Museo de Bellas Artes de Bilbo

El lienzo «La predicación de San Juan Bautista» (1537-1540) llega gracias al programa La Obra Invitada y puede contemplarse junto a otro trabajo de este protagonista del Renacimiento alemán, «Lucrecia» (1534).

La sala 6 del Museo de Bellas Artes de Bilbo exhibe desde ayer y hasta el 6 de abril «La predicación de San Juan Bautista» (1537-1540), obra de Lucas Cranach el Viejo, pintor y grabador que es, junto a Alberto Durero, uno de los máximos representantes del Renacimiento alemán.

El cuadro, de pequeño tamaño (47x38 centímetros), es de tema religioso, uno de los apartados que, junto al retrato (que también se incluye en esta obra) y los desnudos femeninos cultivó con más frecuencia. De todos modos, aunque religioso, refleja un pasaje evangélico, circunstancia poco común en la producción de Cranach.

A pesar de lo que el nombre de la obra pueda indicar, no es El Bautista el protagonista del lienzo, sino su audiencia, que ocupa el centro de la composición. Este hecho está relacionado con el papel desempeñado por la pintura en el Renacimiento: destacar la figura humana y el poderío de la pujante burguesía por encima de consideraciones religiosas, proceso donde el retrato cumple una función capital. Es muy posible, por lo tanto, que los personajes que componen esa audiencia sean retratos de personas reales (quienes encargaron a Cranach la realización de la pintura y gente próxima a ellos, probablemente).

Su tamaño indica que esta Predicación fue pintada para decorar alguna estancia privada.

Singularidades

José Manuel Cruz Valdovinos, de la Universidad Complutense de Madrid, describe este cuadro -renacentista aunque apuntando ya al manierismo- del siguiente modo: «Resulta singular el improvisado púlpito con el tronco podado sobre el que predica el Bautista, con la rama cruzada que le sirve de protección para no caer hacia delante. Los diez oyentes de pie y los tres caballeros del fondo se disponen en profundidad formando una especie de embudo. Los árboles y el suelo bien tupidos rellenan el espacio contrastando también con su verde uniforme con las figuras, hombres y mujeres que escuchan atentos y ensimismados. No hallamos muchas coincidencias con otras obras de Cranach. Cabe señalar las armaduras de los caballeros o sus animales, así como las hojas de los árboles. También los vestidos de los que escuchan de pie, aunque se observa cierta rigidez en los pliegues verticales. El carácter ornamental determinado por la composición y disposición de los colores, así como la fragilidad de las figuras, no exentas de alguna debilidad de trazo, son rasgos propios de las obras del maestro».

Señalar como curiosidad que, a partir de 1508, Lucas Cranach firmaba con un emblema, una serpiente alada (o dragón). Las alas del reptil aparecen levantadas hasta 1537, año en que murió Hans, su hijo mayor. La inmensa tristeza que invadió al pintor le llevó simbólicamente a presentarlo con las alas bajas, en horizontal. En el caso que nos ocupa, la firma es bien visible en el tronco donde está subido San Juan el Bautista.

El visitante podrá disfrutar de otro trabajo de Cranach, «Lucrecia», de 1534, sito junto a este.