Una buena inversión
Hoy lo voy a celebrar. Soy un inversor con éxito. Como otras más de diez mil personas, yo también aposté con cien mil pesetas por el reto de levantar de las cenizas un nuevo proyecto comunicativo. No parece muy elegante hablar de dinero, pero recuerdo que entonces hubo que hacerlo, pues de ello dependía la fortuna del empeño, y los compañeros de la plataforma Baietz lo explicaron de manera muy didáctica: nunca hablar de dinero fue tan limpio.
Quince años más tarde, después de ir cada día al kiosco, de conectarnos a internet o de sintonizar la radio, podemos decir que invertimos... y ganamos. Gracias a aquella derrama colectiva y al posterior goteo diario que le da vida, se puso al servicio del país un nuevo grupo de comunicación en uno de los terrenos más cruciales y críticos de toda confrontación política: la información. Se disputa mucho en ese partido. Y jugamos en Primera División.
Sentimos cada mañana la seguridad que nos da ese espacio conquistado. Sabemos que existe y que nos contará lo que otros ocultan o vapulean impúdicamente. ¿Imaginamos cómo habrían sido estos quince años de ilegalizaciones, de persecución feroz de la actividad política, de recortes, de violencia, de crisis, de corrupción, de tortura, de renovación estratégica, de alianzas nacientes, de un nuevo tiempo... sin nuestros medios?
Como me recuerda periódicamente un buen amigo, esta fue la mejor inversión de nuestra vida. ¿Se puede pedir mayor rentabilidad a aquel dinero? ¿Hay empresa en el mundo que por seiscientos euros ofrezca más satisfacciones?
El pasado está ya a recaudo en los archivos, las hemerotecas y la memoria colectiva. El desafío sigue siendo el relato de mañana y el del día siguiente. El del futuro. Es lo que está por hacer, y es preciso que se cuente. Vivimos en la sociedad de la información y Euskal Herria es un país maduro y culto. La información es conocimiento, pero también antídoto contra los abusos y la intransigencia, fuente de argumentos para la pugna ideológica, estímulo político, vehículo de cohesión de una comunidad, advertencia ante la voracidad de los excesos policiales, vigilancia sobre los desmanes del poder, luz ante la impunidad que da el silencio... Es una buena inversión diaria. Porque, en definitiva, ese sí es el gran castillo de los vascos del siglo XXI.

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