Cuando habla Iñaki Azkuna, habla el alcalde de Bilbao. No de Bilbo, de Bilbao. Porque Azkuna se dice muy bilbaino y, como alcalde, quiere serlo de todos los bilbainos, independientemente de su ideología. Eso es lo que él dice. Pero, con todos los respetos, no me lo trago. También, como primer edil de Bilbao, tiene a gala defender la capital vizcaina por encima de todo e independientemente de cualquier otra cuestión, sea política, territorial, erótica o gastronómica. Lo siento, ilustrísima, tampoco cuela. Cuadra a la perfección con la imagen que se ha labrado extramuros, y que le valió en su momento la ampulosa distinción de «mejor alcalde del mundo» que regalaba no me acuerdo qué instituto o consorcio. Pero es filfa, patraña, engañifa. Muy calculada y excelentemente decorada, eso sí. A cada uno lo suyo.

Ejemplos de lo que digo hay muchos. Casi todas las semanas. Cada vez que abre la boca. No hace tanto, manifestó que no ve una Euskadi independiente, porque cree en un país «transversal». Extraña afirmación en un mandatario que obedece a unas siglas cuyo objetivo último es la independencia. Y Azkuna lo adornaba: «En esta jaula vivimos pájaros de muchos colores. Para vivir, los pájaros tienen que hacer muchas concesiones para estar a gusto en la jaula». De eso se trata, señor Azkuna, de que no estamos a gusto en la jaula. Y menos con pájaros que nos picotean y nos roban el alpiste. También ha defendido que la Eurocopa se juegue en Bilbo, aunque no se reconozca a la selección vasca. «Que cada cual anime a su selección, sea la de color azul, verde o amarilla. La mía es la del Athletic». Señor Azkuna, el Athletic es muchas cosas, la mayoría buenas, pero no es una selección. Creo que eso usted ya lo sabe.

Y la más reciente: «No quitaré ni un cuadro de los alcaldes franquistas, porque hay que respetar la historia, aunque moleste». De historia pueden hablar las tapias del cementerio de Derio, o el patio de la cárcel de Larrinaga. Allí murieron la mayoría de los casi 600 vascos fusilados tras la victoria del alzamiento. Una veintena de ellos, mujeres, como su respetada Pilar Careaga, alcaldesa franquista y fundadora de Fuerza Nueva.