Mikel Jauregi
Periodista
TXOKOTIK

Déjennos en paz

El mayor desprecio es no hacer aprecio, sí, pero uno es de carne y hueso y, ante tamaña provocación, no puede evitar saltar como un resorte. Porque hasta en su último día al frente de la Conferencia Episcopal se ha dado el gustazo de atizar aquí y allá.

Por un lado, en su homilía por las víctimas del 11M, se situó en la bancada conspiranoica al dejar caer que «hubo personas que estaban dispuestas a matar inocentes a fin de conseguir oscuros objetivos de poder». Y por otro, volvió referirse a una de sus obsesiones: la sacrosanta «unidad de España» y las «moralmente inaceptables» aspiraciones secesionistas de pueblos como el nuestro. Dos más en la colección de perlas para el recuerdo de monseñor Rouco Varela:

- Sobre el derecho al aborto: «La cría de un chimpancé sano vale más que un pequeño discapacitado hijo de un hombre». O aquella de «el embrión es un bien jurídico».

- Sobre la educación: además de la «imposición de materias impregnadas de relativismo e ideología de género», censuró la «discriminación» de los alumnos de religión.

- Sobre la juventud: ha hablado de «jóvenes que han embarrancado sus vidas en el alcohol, la droga y el sexo salvaje», y también de que sus problemas, más que con la falta de trabajo, tienen que ver «con lo más profundo, con su alma».

- Sobre la crisis económica: «No saldremos de esta crisis si no volvemos nuestra vida a Dios, origen de todo bien».

- Sobre los matrimonios (que no esas parejas que viven en pecado, se entiende) con hijas o hijos únicos: «Los niños necesitan hermanos». O sobre la familia: «Es la célula vital primaria de la sociedad que se basa en la íntima comunidad de vida y amor conyugal establecida entre un hombre y una mujer en orden a su mutuo perfeccionamiento y a la procreación».

- Y cuando empezó a escuchar demandas de que se empiece a cobrar el IBI a la Iglesia, alzó la voz para amenazar con un «iría en detrimento de acciones como la de Cáritas».

Al ya exjefe de la Iglesia española poco cosa cabe pedirle ya, pero sí a su sucesor: que se encierre con los de su secta en el templo y recen y comulguen lo que quieran, pero que al resto nos deje en paz decidir si nos drogamos o no, si queremos tener seis bebés o ninguno, si follamos con él o con ella...