Oihane LARRETXEA
ZIENTZIA | UNA CASA INTELIGENTE

Cuando un grifo abierto es algo más que un despiste

En una edad temprana, ciertos síntomas de enfermedades neurodegenerativas están relacionados con cambios en los gestos más cotidianos, como dejar el grifo abierto o las luces encendidas. Tecnalia ha puesto el foco en la prevención, diseñando un hogar inteligente dotado de sensores capaces de detectar lo que, a priori, parecen despistes.

A simple vista es un pequeño y colorido piso de 45 metros cuadrados, luminoso y confortable. Todo está a mano y tiene lo necesario para cubrir las necesidades más básicas de cualquier persona: una habitación, un baño, una cocina con una hermosa mesa en la que compartir buenas cenas y un salón para poder ver la televisión desde el sofá o leer un libro. Como ven, nada que resulte extraño.

No obstante, esta casa sí tiene algo que la hace especial, diferente, en el sentido positivo de la palabra. Dotada de un sistema de sensores, permite registrar las actividades y hábitos de la persona que habita en ella, y detectar cambios en dichas costumbres. Esto resultará de vital importancia para la detección precoz de enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer, porque ciertos gestos, que a simple vista parecen ordinarios, pueden ser el indicador de que algo no está funcionando correctamente en el interior de la cabeza.

Para entender mejor el proyecto, GARA ha visitado in situ el piso piloto, instalado en una de las sedes que Tecnalia tiene en el Parque Tecnológico de Zamudio. Allí, Alberto Martínez, director de proyectos de la empresa, desgrana las claves de esta iniciativa, denominada Rubicon, en la que ha participado un consorcio compuesto por varias universidades europeas y empresas.

En este prototipo se han instalado unos treinta sensores, si bien la cantidad estaría sujeta al deseo o necesidades particulares del usuario. Martínez explica cuáles son los tipos de sensores que han utilizado y qué función cumple cada uno de ellos.

Tipos de sensores

Comenzamos con el que se coloca, principalmente, en cajones, ventanas y puertas. Funciona con un campo magnético y está compuesto por dos mitades. Una de ellas se fija en la estructura de la cómoda, por poner un ejemplo, y la otra mitad se ubica, a la misma altura, pero en el cajón. De esta manera, en caso de que a la persona se le olvidara cerrarlo, el sistema lo detectaría al cortarse el campo magnético. Esta tendencia sería «sospechosa» cuando fuera una constante y se reprodujera en varios cajones o puertas.

En la pequeña casa de Tecnalia han sido utilizados en las cajoneras de la habitación, de la cocina y también en las ventanas. Los impulsores del proyecto aclaran que están a la vista para que la explicación a los medios resulte más sencilla. En la vida real todos los sensores estaría camuflados; el objetivo es interferir lo menos posible en el día a día de la persona, que se olvide de la existencia de estos dispositivos.

Otro tipo de dispositivo es el que detecta las ondas o las vibraciones. Estos se colocan en los grifos, en el microondas, en el teléfono, en el timbre de la entrada o en la cama. ¿Y por qué en la cama? Para detectar las vibraciones del corazón y garantizar, de esta manera, que es una persona, y no un objeto, quien descansa sobre el colchón. Este extremo es de suma importancia porque el sueño es otro factor que se ve alterado cuando aparece una enfermedad neurodegenerativa. Entre otras cosas, la calidad del sueño disminuye notablemente.

Este modelo también se coloca en las tuberías porque no solo pueden saber si el grifo está abierto o no, sino que además son capaces de medir la temperatura del agua. Así, detecta si la persona se ducha con agua fría o caliente. Esto, al igual que dejar de comer caliente, es otro indicador de una enfermedad que se puede prevenir o abordar con antelación.

A pesar de la cantidad de sensores que siguen nuestros movimientos, Martínez destaca que no es un sistema «invasivo» porque aunque sí se registran las costumbres y, por tanto, lo que esa persona hace en su hogar, no existen cámaras que graban sus movimientos o sus conversaciones, sino que se limitan a detectar la presión, por ejemplo al sentarse en una silla, o las vibraciones tanto del microondas como de su propia voz. En este caso concreto, lo que el sistema registra es que la persona está hablando, simplemente, no el contenido de dicha conversación.

La mayoría de estos sensores ya existían anteriormente, siendo utilizados para la teleasistencia. Lo que ha hecho Tecnalia es aprovecharlos para esta otra aplicación. «Estamos en un estadio en el que debemos determinar que toda la información recabada desde el hogar es útil. Útil para la persona en cuestión, para poder notificarle que se deja las ventanas abiertas o la cocina encendida. Útil para los familiares, porque quieren saber, por ejemplo, si su madre se ha duchado, si se ha levantado de la cama... Pero es que también resulta de gran valor para los médicos, desde un punto de vista tan actual como es la prevención. Gracias a ello puede aplicar a tiempo el tratamiento adecuado y prolongar su calidad de vida», señala Martínez.

¿Hogar o residencia?

La razón de este proyecto responde a la necesidad de atender a una población que está envejeciendo. Incrementa el número de personas mayores y, por lo tanto, el de personas dependientes. En la CAV, hay actualmente un 16% de personas mayores en situación de dependencia y un 26% con discapacidad, lo que en cifras absolutas supone más de 62.000 personas mayores en situación de dependencia y 104.000 con discapacidad. También resulta llamativo, y el proyecto viene a solventar este escenario, que el 70% de las personas mayores de 70 años prefieren seguir viviendo en su casa antes que ir a una residencia.

Se trata, por lo tanto, de llevar los medios para su cuidado hasta el hogar, en lugar de que sea la persona quien se traslada y cambia de entorno. «La persona mayor lo que no quiere es institucionalizarse, tal y como lo llaman actualmente en términos sociosanitarios -comenta-. La preferencia es poder vivir en su propio hogar y de forma independiente y autónoma, sin necesidad de terceras personas». A su juicio, además, supondría una reducción en los costes porque no habría que construir tantas residencias.

Tras tres años de trabajo, ponen la vista en la colaboración con fabricantes de mobiliario y analizan la posibilidad de que los muebles traigan los sensores incorporados. Ese es un futuro que no se antoja tan lejano.