Athletic gu gara, Athletic gu gara...
Visitaba San Mamés el Atlético, bestia negra de los leones en los últimos tiempos y equipo «non grato» por estos lares. Sobre el verde se esperaba más de los locales, como seguramente también de la grada. Vivimos los noventa minutos dentro de la «Iñigo Cabacas Herri Harmaila», la garganta de San Mamés.

Solo hay un Athletic y es el de Bilbao!», coreaba una y otra vez la grada de animación de San Mamés casi como si fuera el último flotador al que agarrarse ante el naufragio de los suyos abajo en el césped, frente al `primo de Zumosol' del que ejerce la tropa espartana del Cholo, blanco también de las aceradas críticas de las huestes rojiblancas que, de nuevo incapaces, se desahogaban, ya por debajo en el marcador, con el consabido estribillo «one, one, one, puto Simeone».
El argentino es persona non grata en el coliseo bilbaino, lo era en la vieja Catedral, lo es ahora en el nuevo cinco estrellas. Quizá por aquel taco tatuado a sangre en la pantorrilla de Julen Guerrero y cuyo desquite ha hecho suyo cada seguidor del Athletic, quizá por su chirriante y desafiante referencia «al Bilbao», Simeone era un aliciente más en la esperada visita del pasado sábado de un Atlético líder, bestia negra de los leones los últimos tiempos y un partido que alguna prensa bendecía casi como la madre de todas las batallas. Una guerra futbolística que también era un examen para la grada de San Mamés, su ambiente, para ese denuedo que reclama Ernesto Valverde en las últimas fechas tanto en los choques grandes como en los del lunes a las diez de la noche ante un equipo de mitad de la tabla para abajo. Y qué mejor que chequear ese calor desde el mismo corazón de la grada de animación, esa que oficialmente se denomina bloque 110, pero oficiosamente es ya a todos los efectos ``Iñigo Cabacas Herri Harmaila''.
Y decimos que ya lo es no solo porque así la hayan bautizado los grupos de hinchas que en torno a ese córner norte se han reubicado, sino porque desde el día ante el Espanyol, y este sábado no fue una excepción, minutos antes del pitido inicial se despliega una pancarta con ese nombre en recuerdo del seguidor basauritarra -de cuyo asesinato se cumplen dos años el 9 de abril- y que corona toda esa grada. Un embudo en el que se da cita gente de todas las edades, modas y condición. Como un chaval de apenas seis años, de nombre Ibai y para más señas de Santutxu. O Carmen, entrada de largo en años, carranzana, y que acudía por segunda vez con el carnet de un conocido. Ellos, los que allí se arremolinan cada quince días, son el grito que más se escucha en San Mamés, el aliento que más resopla desde la bancada, los que desafían a ese silencio teatral que sobre todo en el nuevo campo deja escuchar demasiadas veces el mismo golpeo del balón. Como atinaba el periodista catalán Sergio Brau, «cuando hay silencio es que no hay partido, sino tanteo». Y demasiado tanteo es lo que hay, pero en las gradas.
Apenas faltan diez minutos para el comienzo del esperado choque ante el líder madrileño, y banderas y pancartas irrumpen en la grada de animación, mientras las localidades se llenan sin prisa pero sin pausa. Son esos momentos previos los únicos en los que se aposentan las posaderas; ahí, y en el descanso, para dar buena cuenta del bocadillo. Porque aquí los 90 minutos se viven en pie de guerra. Literal. Como en aquellos ochenta. «Si te sientas, cuando mejor es la butaca, más te acomodas tú». No es un eslogan de Herri Norte Taldea, Piratak, exAbertzale Sur o compañía, que han hecho de esta esquina su púlpito particular; lo dice José Ángel Iribar. Y lo que dice va a misa.
Saltan a calentar los jugadores madrileños y se dejan escuchar los primeros y tímidos recordatorios a sus santas madres. Es la liturgia del fútbol. Como lo es el aroma a ese linimento de la grada, que no se unta, sino que se lía. El túnel de vestuarios vomita a los equipos, truena por megafonía el himno de Carmelo Bernaola y el grito ¡eup! es unánime, mientras cientos de papelitos vuelan entre los asientos por gracia de decenas de revistas del club hechas añicos. Banderas, bufandas, ondean en esta pequeña aldea gala dentro de San Mamés, que saluda cada nombre de los leones y bendice el pitido inicial al ritmo de «hoy seguro que ganamos, ilari, ilari, eh; porque somos el Athletic, ilari, ilari, eh».
«Kuman», la voz cantante
Primeros compases sobre el verde, primeros ejercicios vocales en la grada de animación, mientras se reparten hojas con el cancionero preparado. Mucho menú musical donde elegir, pero la cabra siempre tira al monte, así que resuena el clásico «Jo ta ke!» hasta que se arrancan con la versión adaptada del «ene maite, ene maite, ene maite, Athletic; sekulako ta betiko, maite zaitut Athletic», que interrumpe una falta sobre Muniain y que provoca los primeros chiflidos a coro.
Un cañito del navarro a un rival es el prólogo a su gol a los seis minutos. Los ensayos con gárgaras dejan entonces paso a los abrazos, las manos que chocan, con el de al lado, con el de detrás, con el de delante, el pulgar arriba con el de más allá. Como si Muniain hubiera dicho a su feligreses aquello de «podéis daros fraternalmente la paz». Como una gran familia, seas del Frente Judaico Popular o del Frente Popular de Judea. Suena la carraca, ese inconfundible sonido de la General de la vieja Catedral que alguien agita y agita. Pero sus decibelios no son nada comparados con los que genera la primera ocasión marrada por otra de las dianas de la grada, el brasileño Diego Costa, sobre los que al día siguiente, una cuenta de twitter colchonera agradecía a San Mamés que «por fin reconociera su nacionaliad». Y todo por el «español, hijo de puta» que le dedicaron.
Minuto diez y se corea el recuerdo a Iñigo Cabacas, presente en cada partido, en cada bufanda. Tampoco se olvidan de Aitor Zabaleta. Faltaría más ante tal rival. «¡Suéltalo Sanjo!», grita alguien que no se fía del navarro. Por delante en el marcador, la mayoría se olvida de los cánticos y solo tiene ojos para el juego. Empate. Repiquetean unos tibios «¡Athletic, Athletic!». El frío llega también a este córner. Diego Costa, otra vez, con un golpe a Iraola, aviva los rescoldos. Es momentáneo. Hay tanto en juego que hasta la grada de animación parece atenazada. Como el resto de San Mamés. Otra entrada colchonera al límite del reglamento encrespa al público. Chispazos. La caldera es por ahora solo una lumbre que aprovecha el final de la primera parte para avivar las llamas dando cuenta del bocata y la bota de vino.
En la fila 19, justo al lado de las escaleras, Carmen, una mujer que va para sesenta y muchos si no son setenta y pico, engulle en silencio el contenido entre pan y pan. No hace juego con el resto de la grada, como tampoco el pequeño Ibai, con sus simpáticos anteojos, su ingenuidad, que de esta habrá hecho un curso acelerado sobre cómo jurar en hebreo. Con la frugal cena aún descolgándose por el esófago, arranca la segunda parte y Diego Costa está a punto de provocar un corte de digestión entre la parroquia. «¡Vamos Aritz, hostia!», agita alguien desde atrás pidiendo más a Aduriz.
Mal empezamos. Tanto, que a pie de campo emerge sin previo aviso la figura, torso desnudo, del maestro de ceremonias, del director de orquesta, de la batuta de la grada de animación, no es otro que `Kuman', así dicho. El arengador de gargantas, el azote de los `comepipas' como ahí abajo llaman despectivamente a los inquilinos de las tribunas. ¡Vamos, vamos! gesticula con sus brazos una y otra vez. Trata de arrancarse con el `Hator, hator', pero nada. Lo intenta con otro estribillo, nada. Y entonces toca la tecla del `Athletic gu gara, Athletic gu gara' y lo peta. Le sigue el `Ene maite, ene maite, ene maite, Athletic...'. La peña se anima. Un poco. No es su noche. Como diría el bueno de Dani Ruiz, el goleador rojiblanco, «el ejemplo más claro de que lo estábamos haciendo mal era el silencio. Algo está pasando, decíamos». Como el sábado.
Aduriz, quién sabe si siguiendo los consejos del de Sodupe -«si el partido no era bueno, yo buscaba broncas para meter presión al partido y al público»- escucha al seguidor que le exige y le `arrea' a Miranda. «Que se joda, hijo puta!», brama otro que no tiene madre. `Kuman' sigue a lo suyo, ahí, como el faraón a lomos de su cuádriga, como Leonardo di Caprio cortando el viento en ``Titanic'', y si la platea no le sigue, enfila su mirada hacia palcos y anfiteatro, a los que reta a animar, a los que recrimina su pasividad, a los que desafía a ser esa caldera que se dice es San Mamés en partidos como estos. Incita, provoca... Estado puro. «A día de hoy, en cuanto a animación, a la tribuna ni se le espera», se lamentan en los foros rojiblancos de Internet que claman por una mayor animación. ¡«Solo hay un Athletic y es el de Bilbao!», se escucha en la grada Iñigo Cabacas.
Raúl García sale «ovacionado»
El Athletic ya va por debajo en el marcador. Sobre el césped la batalla pinta mal. Ni los cánticos arreglan esto hoy. Solo una vez, hacía el minuto 65, el enésimo ``Athletic gu gara'' de `Kuman' logra contagiar a los suyos y aledaños. Trata de entonar el clásico `Athleeeeetic!' pero no es precisamente un barítono. Se ahoga. Falta oxígeno. Así que prueba con otro ritual. Todos en cuclillas, todos golpeando las sillas delanteras con sus manos... burrummmm, todos arriba y «¡Athletic!». Es el minuto 78 y la calva de Toquero reluce en banda. Salta al verde desmelenado, «¡Toquero, Toquero!», anima el joven Ibai, el de Santutxu, como el jugador. Apenas cuatro minutos después, cambio en las trincheras colchoneras. Se va Raúl García, el navarro, y aunque José María García diría que hubo «división de opiniones: unos se acordaron de su madre y otros de su padre», lo cierto es que al menos a San Mamés no han llegado todavía las políticas de igualdad.
El choque agoniza y el Athletic no tiene visos de voltear el marcador. «¡Guillermo, con dos güevos, joder!», le recrimina alguien al cachorro, poco antes de que Laporte se vaya a la calle por `atizar' a Costa. Impotentes, giran su mirada hacia el Cholo. «¡Ole, ole, ole, puto Simeone!». No da para más. Pitido final. San Mamés ha estado a la misma altura que su equipo. Ni frío ni calor. Carmen, la señora de Karrantza, que no ha dicho ni pío en noventa minutos, enfila la salida. «Es la segunda vez que vengo», se justifica con una angelical sonrisa. «Muy crispado, muy mal», contesta con tono parroquial. Y aun así, no ha dudado en repetir.
Algo tendrá este córner, el que quiere ser embrión de una única grada de animación en el fondo norte, y no dos separadas. «Que la gente vuelva a tener la ilusión otra vez de animar de pie los 90 minutos de cada partido», es su meta. Que San Mamés vuelva a rugir. ¡Athletic, tracatrá! que diría el mítico `Rompecascos'. Málaga, Sevilla y Real Sociedad rendirán visita. Y el público, la grada será clave. ¡Athletic gu gara, Athletic gu gara!

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