Eva Aranguren, Aritz Romeo, Peio Martínez de Eulate, Ana Barrena, Patricia Perales
Concejales de EH Bildu en Iruñea
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Placas, víctimas y memoria

Y es destacable que esta vez la derecha no haya estado sola en su agravio, y haya sido precisamente la abstención del PSN la que perpetúe el desamparo de las instituciones a esta víctima

La retirada de la placa popular dedicada por el barrio de Donibane a Ángel Berrueta, asesinado en el fragor de las mentiras oficiales del Gobierno del PP es un acto de miseria política y humana. No solo por la rapidez, alevosía y nocturnidad con que se ha materializado -antes de que transcurrieran diez horas del homenaje que le ofreció el barrio-, sino por la evidente y mezquina voluntad de agraviar a la familia y a quienes componen la plataforma Angel Gogoan, que una semana antes habían pedido al pleno el reconocimiento oficial de la indiscutible motivación política de este asesinato.

Enrique Maya y UPN vulneran de esta forma (utilizando a la Policía Municipal), no solo la sensibilidad más elemental ante una víctima, sino la equidad y la justicia más básica. La excusa de hacer cumplir la normativa que alegaron después en comisión a preguntas de representantes de EH Bildu no se sostiene en absoluto, en un paisaje urbano plagado de elementos y placas que incumplen ordenanzas. Por tanto, solo cabe interpretar la decisión como una agresión gratuita e intencionada hacia el entorno de la víctima y al barrio de Donibane.

Toda decisión política contra la voluntad popular representa una violación de la integridad misma de la sociedad, por cuanto que le usurpa su iniciativa. Pero el acto es más ignominioso si se hace, además, con afán de tapar una parte de su memoria colectiva. El afán de la derecha por cerrar la categoría de víctima de la violencia política en referencia, exclusivamente, a las de ETA, negando esa misma naturaleza a otras, también víctimas de la violencia política, es profundamente injusto e indecente. Para empezar, porque rompe el principio elemental de que todas las víctimas merecen el mismo reconocimiento, reparación y respeto. Y para seguir, porque elimina, excluyéndolo de la «verdad oficial», parte del daño sufrido, y también infligido, en nuestro país y en nuestra sociedad. Y todo ello con el evidente objetivo de establecer un doble rasero entre las víctimas, tapar una parte de la realidad, o minimizarla, y de paso sacudirse de encima toda responsabilidad política en la historia de vulneraciones de este país. Cuando todavía las heridas abiertas en el 36 siguen sin cicatrizar, UPN pretende imponer el relato de vencedores y vencidos.

Detrás de esta forma de actuar lo que subyace es la arrogancia de vencedor de una derecha política que históricamente ha salido impune de sus propios actos criminales y piensa seguir haciéndolo. Es esta conciencia de impunidad la que hace que el gobierno municipal de Iruñea se permita una acción impresentable como la retirada de la placa de Ángel Berrueta con total impunidad; al tiempo que, escudándose en una interpretación de la normativa en fraude de ley, mantiene contra la petición expresa del pleno y contra el propio espíritu de la ley la denominación oficial del franquista Conde de Rodezno en el centro de la ciudad, por poner un ejemplo. Y es que si por incumplimientos fuera, en el tema de las placas los que más abundan en Iruñea son por desgracia los relativos a la Ordenanza del Euskera. Pero esos no les molestan.

Reclamar con solemnidad respeto para unas víctimas, las afines, y negar ese mismo reconocimiento y respeto a otras víctimas, las no afines, es miserable. El señor Maya no es nuevo en esta lid. Inauguró el mandato ordenando la retirada de las flores colocadas el 8 de julio por la iniciativa popular en el monolito de Germán Rodríguez. Ahondó en la brecha ausentándose de forma notoria del tardío homenaje a los concejales y trabajadores del Ayuntamiento asesinados en el 36, que se celebró en el zaguán de la misma Casa Consistorial. Y ahora se escuda en la normativa y en el desamparo institucional que han generado los propios votos de UPN, PP y PSN para tratar de borrar el recuerdo de Ángel de nuestras calles.

Pero lo cierto es que no hay manera de avanzar hacia una paz duradera basada en la justicia, en el reconocimiento del daño causado, todas las vulneraciones y en la reparación a todas las víctimas sin excepciones, si todas y todos los que formamos parte de esta sociedad, y particularmente los y las representantes de las distintas sensibilidades políticas, no ponemos de nuestra parte para que la memoria se construya con verdad, dignidad y justicia. De lo contrario, difícilmente habrá un futuro sin rencor.

La noticia de que el Gobierno del PP intentará buscar resquicios legales para negar a las víctimas del GAL y del Batallón Vasco Español los merecimientos y ayudas que por ley les corresponden es una vuelta de tuerca más en esta estrategia sectaria. No solo se penaliza más aun a quien ya ha sufrido, sino que se impone un relato maniqueo y simplista de vencedores y vencidos, eliminando toda responsabilidad de una parte en todo lo sucedido. Y esto no es casual.

La derecha (con la complicidad del PSOE) se atribuye la legitimidad en exclusiva para decidir quién debe ostentar el título de víctima y hasta qué grado, y elabora discursos sesgados, dando a entender que una violencia ha estado más justificada, en función de contra quién se haya ejercido. Y eso es lo que hicieron en ese pleno tanto UPN como PSN.

El Ayuntamiento de Iruñea perdió otra ocasión de hacer justicia a Ángel Berrueta y de ponerse en vanguardia adoptando posiciones ejemplares en el necesario proceso de reconciliación política y social que debemos afrontar. Quedó incluso por detrás del Tribunal Supremo, que ha reconocido la motivación ideológica de este asesinato. Y es destacable que esta vez la derecha no haya estado sola en su agravio, y haya sido precisamente la abstención del PSN la que perpetúe el desamparo de las instituciones a esta víctima.

Nosotras y nosotros seguiremos trabajando y promoviendo el reconocimiento, por igual, de la memoria de todas las víctimas de violencia política, en la convicción de que esta sociedad necesita elementos que ayuden a construir un futuro basado en la convivencia y el respeto mutuo. Un futuro en el que haya una clara vencedora, la sociedad en su conjunto, la ciudad de Iruñea.