Maite SOROA
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PAPEREZKO LUPA

Los más españoles

Menuda armó Iñigo Urkullu en el acto de su partido con motivo de Aberri Eguna al referirse a la «España una, grande y libre». Hasta ayer el comentario había pasado, si no desapercibido, sin merecer mayores comentarios. Pero ayer José María Carrascal irrumpía iracundo en su columna de «Abc» arremetiendo contra las y los jelkides.

Comenzaba su bronca con una pregunta: «¿Han oído ustedes hablar a alguien, Íñigo Urkullo al margen, de la `España una, grande y libre'?». Y respondía que él, «desde luego, no, por la sencilla razón de que esa España desapareció hace décadas, hasta el punto de sonar ridículo el grito a estas alturas». Bueno, ridículo ha sonado siempre, pero ese no es el problema. Lo lamentable es que si bien, ciertamente, el grito ya no se oye, «esa España» se sigue padeciendo, al menos en este país. Después decía que «Este es el mundo al revés que tenemos los españoles: que quienes más ventajas han obtenido de la nueva España son quienes más la atacan y más invocan a la vieja, aunque sea como hoja para tapar sus vergüenzas». Y a continuación se alteraba un poco más: «Empieza uno a estar harto de tanta hipocresía, arrogancia, desfachatez por parte de unos dirigentes que lo son gracias a la España plural, democrática, tolerante, a la que sin cesar insultan, desprecian, vejan, esquilman quienes más provecho están sacando de ella. ¿Cómo se atreven los nacionalistas vascos a hablar como si nada hubiera cambiado en España si la chulean diariamente?». Diga que sí. Yo los echaba de España, y a las nacionalistas vascas, también.

Después pensaba en el castigo a Urkullu y compañía: «Ante tal desvergüenza y cinismo, uno siente a veces ganas de dejar a estos nacionalistas de despacho y coche oficial en manos de `los que sacudían el árbol para que ellos recogiesen las nueces', pero que, no olvidemos, conservan las pistolas, a ver si de dejan de una vez de tonterías, ponen los pies en el suelo y se dan cuenta de que es España la que les está protegiendo de esa pandilla de asesinos, dispuestos a que en el País Vasco sólo se hable euskera». Respire, hombre. Servidora no ha pillado muy bien la frasecita. Pero tranquilas porque, al final, «se acuerda uno de que son los más españoles de todos los españoles -`el alcaloide de los español' llamaba Baroja a sus paisanos- y decide que no podemos hacerles esa faena». Ah, claro, por eso no nos echan, aunque lo tengamos merecido. Muy amable, don José María. Y cálmese, que le va a dar algo.