Joseba VIVANCO
DIECISÉIS AÑOS DESPUÉS

¡Athletic Champions League, Athletic Champions League!

A la primera. El Athletic no dejó pasar su primera oportunidad de meterse de forma matemática en la Champions League y se impuso con autoridad a un Rayo al que no dejó desarrollar su juego. Seriedad y máxima eficacia ofensiva para festejar una fecha largamente esperada, arropados por más de 3.000 aficionados que animaron en las gradas de Vallecas. Euforia final, lágrimas. El Athletic tenía un sueño y se cumplió.

RAYO 0

ATHLETIC 3

«Nada es imposible para un corazón dispuesto», anotó sobre el papel su pensamiento el poeta y dramaturgo inglés John Heywood. Ha sido el canto de guerra de la grada popular de San Mamés en los últimos meses, y que logró contagiarse al resto del estadio cuando los leones arrollaban al Sevilla hace menos de una semana. ¡Athletic Champions League, Athletic Champions League! Coreaba el graderío. Y, al fin, el verbo se hizo carne, y el sueño se hizo realidad. ¡Theeee Chaaaampionssss! Sí. Vuelvan a leerlo pero ahora con la entonación necesaria, como cuando se sentaban delante del televisor los martes y miércoles para ver cómo la jugaban otros. Hagan la prueba, no teman desentonar, porque -eliminatoria previa mediante en agosto- la próxima temporada la megafonía del nuevo San Mamés atronará ese ansiado himno cuya letra habla de «les meilleurs equipes, the champions». A la primera. Arropados por miles de athleticzales que viajaron hasta Madrid enfundados en camisolas, bufandas y banderas.

La primera parte del choque se extinguió al unánime grito de «¡Que bote San Mamés!» en las gradas de Vallecas. No era para menos. Un Athletic sólido, sabedor de lo que se jugaba, tras unos diez primeros minutos de indecisión, no solo desactivó a partir de ahí y por completo el peligroso ataque rayista sino que a base de córners puso en jaque la endeble defensa vallecana en los balones aéreos. Primero fue Mikel San José, un tío de esos que se merece todo lo bueno que le pase, el que se inventó un remate entre la `espuela' y la `remanguillé' para clavar un saque de esquina en la meta vallecana. Estalló la afición, el equipo hizo una piña, el navarro se fue a abrazar a Herrerín en la banda, Valverde de paso le dio una palmadita, dibujó el goleador las habituales gafas dedicadas a su novia... Era el minuto 19 y el Athletic se había desempolvado el agobio de un Rayo que achicaba espacios en un ya de por sí angosto Vallecas tratando de impedir a los leones la habitual circulación de balón de sus hombres de la medular. Pero ese gol fue un punto de inflexión.

Los de Paco Jémez trataron de recuperar su dominio inicial y que los de Valverde se habían quitado de encima, pero un nuevo córner iba a allanar aun más el camino hacia la matemática Champions. Susaeta saca, barullo en el área de Rubén, pelota suelta y allí aparece De Marcos para fusilar a la red, poniendo la guinda a una buena primera parte del alavés en banda derecha, de la que había desplazado a Susaeta a la izquierda. Tal fue el estallido de alegría que parte de la valla del estadio se vino abajo y al menos dos seguidores rojiblancos terminaron en Urgencias con heridas leves, aunque se espera que estén para la pretemporada...

Explosión final de alegría

Seriedad, presión, eficacia máxima arriba como ante el Sevilla, el Athletic tiró de los mismos argumentos para poner en franquicia el primer `match ball'. Solo había que saber manejar la situación en el segundo tiempo y tras unos minutos iniciales donde el guión fue similar al de la primera mitad, con el Rayo tratando de mandar -dos disparos lejanos de Trashorras- los de Valverde pronto recobraron el tempo al partido y la manija del juego. Pudo De Marcos sentenciar el choque pero se precipitó en su disparo; se le fue larga a Aduriz cuando se quedaba solo, y no falló Herrera en un libre directo al borde del área. Por abajo, a la red. Su primer gol así en Primera, en 155 partidos. Piña de los leones, abrazos exultantes. Hacía tiempo que el Rayo ya no existía sobre el césped y eso en un equipo que había ganado sus últimos cinco partidos en casa. Mérito mayúsculo de Valverde y los suyos. Faltaban quince minutos y el Athletic sí, ahora ya era de Champions. La grada rojiblanca se venía arriba si no lo estaba ya bastante. «¡Solo hay un Athletic y es el de Bilbao!» se escuchaba en el mismo Madrid.

Por méritos propios, el Athletic no solo conseguía su objetivo largamente esperado, sino que se imponía a un Rayo peligroso, al que apenas dejó desarrollar su juego en todo el encuentro. No fue un encuentro brillante y tampoco la ocasión lo merecía. Estaba en juego mucho más que la brillantez. Estaba en juego sentarse en la mesa de los mejores de Europa. Y a los leones, como durante toda la temporada, no les temblaron las piernas, no les pesó la responsabilidad, no fallaron. Volvieron a creer en ellos y sacaron adelante la prueba con nota.

Quince minutos por delante y 0-3 en el luminoso. Poco más se podía pedir. Pero lo hubo. Vaya que si lo hubo. Quizá lo mejor estaba reservado para el final. Cuando los sentimientos contenidos afloran. De ese tercer gol al final, tiempo suficiente para recordar desde la grada a Iñigo Cabacas -ayer hubiera cumplido precisamente 31 años-, para entonar el clásico «Eta, eta, eta, Susaeta» cuando el eibartarra fue sustituido por Guillermo, minutos para Toquero, Morán, para que Iraizoz se luciera en alguna parada, que Iturraspe casi hiciera el cuarto, para que botara `San Mamés'... y dos minutos innecesarios de prolongación acompañados del inevitable «¡Athletic Champions League, Athletic Champions League!». Final y estallido. La grada no se volvía a venir abajo, pero casi. El viaje a Vallecas había merecido la pena. En el césped, abajo, con los jugadores formando una piña, dando saltos, abrazos, camaradería en estado puro de un vestuario que es la clave de lo que luego se traslada al campo, Valverde dejando por fin a un lado esa cara de astricción y dibujando una alargada sonrisa, saludando uno a uno a sus leones, dándoles las gracias por lo hecho, el equipo haciendo lo propio a una grada entregada, gritos de recuerdo para el gran capitán rojiblanco, «¡Gurpegi, Gurpegi!»...

Las lágrimas de San José...

Poco importaban las palabras en esos instantes. Poco o nada. Son los hechos, las imágenes. Es historia. Y es que hay que repetirlo, solo cuatro veces se había clasificado este club para la máxima competición europea. Es verdad que queda una previa en agosto, que es muy posible que el Athletic sea cabeza de serie y evite a los `cocos' Arsenal, Nápoles, Leverkusen... Pero anoche era anoche, hoy es hoy. Tiempo de disfrutar lo andado y lo logrado. Tiempo de fiesta.

Y si en aquella inolvidable semifinal europea ante el Sporting lisboeta siempre recordaremos las lágrimas de Iribar, del día de ayer no olvidaremos los ojos vidriosos de San José, puro Athletic. Con nuestros valores, con nuestro corazón, gure koloreekin, con nuestra cantera. Los mensajes motivadores de la campaña que lanzó el club sostienen el logro conseguido. 16 años después de aquel histórico gol de Joseba Etxeberria que dio al Athletic el subcampeonato de Liga, el equipo bilbaino se vuelve a meter en lo más elitista del balompié continental. Un equipo de Champions, una afición de Champions, un futuro de Champions. Denok batera... ¡Athletic Champions League!

Valverde: «Es un éxito y estamos en la gloria»

Ernesto Valverde dijo estar «en la gloria» tras asegurarse el cuarto puesto de la clasificación que les da acceso a disputar la previa de la Champions, lo que consideró también «un éxito y una alegría inmensa». «Teníamos tres opciones para conseguir este objetivo y no queríamos dejar escapar la primera. Al final nos lo tomamos como una final, el partido empezó con mucho retraso por el tema del público, y fue un poco áspero por el viento y porque nos obligaron a jugar en largo, pero lo importante era competir», señaló.

«Para un equipo como el Athletic estar por detrás de Atlético, Barcelona y Real Madrid en la clasificación es un triunfo y más por la especial filosofía del club. Tenemos una filosofía diferente para encontrar más jugadores y por eso tenemos que pelear, estar más juntos y hay que demostrar que hay otra manera de competir», apuntó el entrenador, que dijo que su fortaleza es «la unión que hay dentro del grupo».