Iñaki SOTO IRUÑEA
Prohibición de enviar libros e instrumentos musicales a presos

Arrecian las críticas ante las duras restricciones en cárceles británicas

No es raro que las autoridades penitenciarias censuren ciertos libros bajo la excusa de que pueden afectar negativamente a los presos. Recientemente ha ocurrido en Guantánamo, por ejemplo. Lo extraordinario es que la prohibición sea por el hecho de ser libros y que estos sean considerados un «privilegio». Está ocurriendo ahora en Gran Bretaña.

En general, en casi todo el mundo, la administración penitenciaria tiende a regirse por la arbitrariedad. Eso suele conducir a decisiones absurdas que, sin embargo, tienen consecuencias destructivas para las personas presas. Por muy buenas palabras que contengan las leyes de los países occidentales, cualquiera que haya tenido contacto con la cárcel sabrá que en esa institución se encierra lo más oscuro de las sociedades, y que eso no siempre son los presos.

Censurar ciertos libros es, por ejemplo, algo habitual. Recientemente los responsables de los campos de Guantánamo consideraron la poesía peligrosa -también prohibieron, entre otros libros, la Biblia-. Pero que se prohíba a los familiares y allegados enviar libros a los presos por ser considerados un «privilegio» transciende la censura. El secretario de Estado para la Justicia en Gran Bretaña, Chris Grayling, no lo ve así.

El escándalo ha surgido después de que Frances Crook, directora ejecutiva de The Howard League for Penal Reform, una organización en defensa de los derechos de los presos, publicara en la revista -Politics- un artículo titulado «¿Por qué ha prohibido Grayling que se mande libros a los presos?». El veto, que es quizás lo más llamativo pero que forma parte de una política restrictiva general, está recogido en el documento «Incentivos y privilegios logrados», que entró en vigor en noviembre del año pasado.

«Yincana» punitiva

Este sistema establece una especie de yincana en la que los presos tienen que pasar por diferentes estadios. Existen tres categorías: básica, estándar y destacada. Según este esquema no es suficiente con que los presos mantengan un «comportamiento adecuado», deben «progresar adecuadamente» para lograr lo que las autoridades británicas consideran «privilegios».

La lista de esos privilegios contempla poder vestir su propia ropa -diferente del uniforme azul común al resto-, obtener visitas extra, tener televisión en la celda, acceso a más dinero, sobres y sellos para poder escribir a los allegados, poseer y tocar ciertos instrumentos musicales o acceso a sus propios libros. Es decir, no se prohíbe tener libros, sino que los envíen familiares o amigos, de tal modo que rompan el esquema de «palo o zanahoria» que establece la norma. Según la misma, son los carceleros y los responsables de las cárceles quienes deciden quién y en qué medida podrá escalar un grado.

Bajo la doctrina del «algo habrá hecho», opuesta al principio de presunción de inocencia, los presos preventivos arrancan su privación de libertad desde el escalón más bajo, el denominado «básico». Pero como también denuncian diferentes organizaciones y los propios presos, al no haber suficientes actividades «premiadas» en las cárceles británicas, aquellos que tras varios años en prisión habían logrado el grado de «destacados» han visto como eran degradados y perdían esos derechos ganados. La imposibilidad de mantener una correspondencia normalizada también está afectando a las familias.

En defensa de presos y lectura

Reconocidos escritores como Salman Rushdie, Carol Ann Duffy o Ian McEwan y músicos comandados por Billy Bragg han denunciado estas medidas, por ser contrarias al objetivo de la rehabilitación (ver página siguiente). Grayling las ha defendido aduciendo «razones de seguridad» en el caso de los libros y el esquema de privilegios en el de los instrumentos musicales.

Presos y expresos han denunciado este paquete de restricciones, que se suma al deterioro de las cárceles por los recortes y la superpoblación.

CARTAS

Por favor, no encierren también a las guitarras de los presos

(Billy Bragg, Johnny Marr, Speech Debelle, Dave Gilmour, Richard Hawley, Scroobius Pip, Guy Garvey, Ed O'Brien, Philip Selway, Seasick Steve, Sam Duckworth)

Como músicos, estamos preocupados al saber que el uso de las guitarras con cuerdas de acero se está prohibiendo en las cárceles. Creemos que la música tiene un papel importante que desempeñar en el proceso de rehabilitación de los presos. Sin embargo, esta capacidad se verá afectada seriamente si los reclusos no pueden practicar entre ellos en sesiones de grupo.

Como la mayoría de las guitarras propiedad o utilizados por los reclusos en las prisiones son guitarras acústicas con cuerdas de acero, esta norma significa que estos instrumentos se mantendrán bajo llave hasta que llegue la hora de una sesión supervisada, y ello si la prisión en cuestión tiene disposición para la enseñanza musical.

Estipular que solo las cuerdas de nylon se pueden utilizar no alivia esta situación. Hay varias razones prácticas por las cuerdas de nylon no son adecuadas para una guitarra acústica de cuerdas de acero, sobre todo los diferentes métodos mediante los cuales las cuerdas de nylon y de acero se adjuntan al instrumento .

Entendemos que debe haber protocolos de seguridad cuando se utilizan guitarras de cuerdas de acero en las prisiones, pero hasta esta norma, el acceso ha sido a discreción del personal .

Se ha producido un preocupante aumento en el número de suicidios en el período desde que se introdujo esta norma. Desde octubre de 2013, cuando se informó de solo una muerte, se han producido un total de 50 suicidios, más del doble de la cifra del mismo período del año pasado .

Nos gustaría saber si los recientes cambios en el tratamiento de los reclusos -que incluye restricciones a los libros y las guitarras con cuerdas de acero- podrían estar en la raíz de este fuerte aumento de las muertes por suicidio.

Exhortamos al Ministro de Justicia a buscar con urgencia las causas de la subida de los suicidios en prisión desde la reciente introducción de la norma por parte del servicio penitenciario y a explicar por qué las guitarras con cuerdas de acero han sido señaladas para su exclusión.

Carta abierta a Chris Grayling, Secretario de Estado para la Justicia

Alan Bennett, Salman Rushdie, Julian Barnes, Ian McEwan, Carol Ann Duffy, Philip Pullman, Irvine Welsh, Joanne Harris, Sarah Waters, Nick Hornby, Linda Grant
(y otros 70 autores)

Estamos extremadamente preocupados por las nuevas normas que prohiben a familiares y amigos enviar libros a los presos. A pesar de que entendemos que las cárceles deben tener la capacidad de dar incentivos que premien el buen comportamiento de los presos, no creemos que la educación y la lectura deban ser parte de esta política. Los libros representan un salvavidas detrás de los barrotes, una forma de alimentar la mente y de llenar las muchas horas que los presos permanecen encerrados en sus celdas. En un entorno sin acceso a internet y solo con instalaciones de biblioteca muy limitadas, los libros se convierten si cabe en más importantes.

Exigimos al Señor Canciller y Secretario de Estado para la Justicia, Chris Grayling, que reconsidere el -Informe del Servicio de Prisiones- que limita que libros y otros productos esenciales sean enviados a los prisioneros por parte de sus familiares y amigos.

(Traducción: GARA)