He aquí un largometraje de animación que pretende ser punta de lanza para la producción canaria, demostrando que con un poco más de ayuda se pueden hacer muestras del género muy competitivas internacionalmente. El equipo de «Hiroku. Defensores de Gaia» se las ha ingeniado para, con medios limitados, utilizar técnicas hasta ahora sólo al alcance de los grandes estudios. Y así se sirven de la mo-cap o captura de movimiento, trabajando con actores y actrices de teatro corporal cuyos gestos y acciones son marcados con luces LED y grabados por cámaras estereoscópicas de 3D.

Al sistema se le puede discutir, al igual que sucede con las producciones de Hollywood, la falta de expresión facial, por lo que aún no admite comparación con la acción real y sus posibilidades de dirección interpretativa. Pero en «Hiroku. Defensores de Gaia» la movilidad de los personajes no se hace mecánica, lo que ayuda a que su evolución sobre unos fondos futuristas muy bien elaborados resulte convincente.

La temática distópica, tan en boga dentro de la ciencia-ficción, encaja a la perfección con los paisajes canarios. Lo curioso es descubrir que en el año 2122 los guanches han sobrevivido, y se siguen comunicando mediante el silbo gomero, además de utilizar la milenaria lucha canaria para enfrentarse a un poderoso enemigo tecnológico en su propio terreno. El grupo de jóvenes rebeldes del título tiene su base clandestina bajo el Teide, desde donde conspiran contra la tecnocracia representada por una Corporación de la que es dueño un tal Kane, en una clara referencia wellesiana.

Ahora bien, las influencias cinéfilas son las lógicas en este tipo de cine de acción futurista, con diseños robóticos inspirados en «La guerra de las Galaxias» o «Robocop». Aunque los policias humanos aportan el humor a través de una pareja cómica inspirada en Stan Laurel y Oliver Hardy. Un contraste que guarda relación con el mensaje ecologista y conservacionista insular a lo César Manrique.