Koldo LANDALUZE

«Pulp Fiction»: 20 años de twist, balas y frases cargadas de leyenda

Considerado como uno de los cineastas más relevantes del actual panorama cinematográfico, Quentin Tarantino regresó al festival de Cannes acompañado por su musa, Uma Thurman, y John Travolta para homenajear el filme que certificó definitivamente su leyenda, «Pulp Fiction». Estos días se conmemora el 20 aniversario de un filme que marcó un antes y un después en la industria de Hollywood.

Ala hora de adentrarse en «Pulp Fiction» y, por extensión, en el vitriólico y enloquecido imaginario tarantiniano resulta obligatorio mirar hacia atrás y descubrir el nacimiento de semejante criatura cinéfaga. El actor Steve Buscemi lo definió de esta manera y haciendo alusión a la escena que recrea el episodio infantil del personaje encarnado por Bruce Willis poco antes de la antológica escena del reloj. «Cuando vi `Pulp Fiction' -señala Buscemi-, con ese niño pequeño mirando una gran televisión, él solo en la habitación, con la tele como única amiga... Para mí, ese niño es el propio Quentin».

En las contadas ocasiones en las que su madre conseguía despegarle de la pantalla del televisor para que respirara aire no catódico, el destino de Tarantino casi siempre era una sala de cine en la que el niño podía ver películas en pantalla grande y de esta forma, a lo largo de su infancia, el futuro cineasta tuvo ocasión de ver aquellos filmes que le marcarían para siempre: «Conocimiento carnal» de Mike Nichols, «Grupo salvaje» de Sam Peckinpah, o «Deliverance» de John Boorman.

Finalizada su etapa infantil y con su voracidad de celuloide en plena eclosión, Tarantino viviría un nuevo y determinante episodio vital; su relación con el videoclub Video Archives de Manhattan Beach.

El chico que devoraba pelis

El autor de «Kill Bill» se convirtió en un insaciable devorador de películas y en el cliente más rentable de este mega-videoclub que contaba con una gigantesca pantalla panorámica. Un buen día, aceptó un puesto de empleado en dicho establecimiento a cambio de 4 dólares a la hora. Las experiencias vividas en este local cimentarían su futuro dentro de la Industria.

Tras el mostrador de este videoclub, Quentin conoció a Roger Avary -consejero espiritual de Tarantino durante su primera etapa como guionista-. Estas dos extrañas criaturas se complementaban a la perfección y acabaron transformando el Video Archives en una especie de café bohemio poblado por los más diversos freaks aficionados al cine. Avary y Tarantino programaban ciclos de cine en el videoclub, dedicándolos a autores y cinematografías que pertenecían a rincónes del planeta que muchos de sus clientes ni siquiera eran capaces de señalar en el mapa. De este modo, tuvieron lugar en el Video Archives ciclos dedicados a directores como Akira Kurosawa o Jean-Luc Godard, así como otros más peculiares, como el ciclo de «películas en las que las mujeres golpean a sus maridos». Paralelamente, el Video Archives era el punto de confluencia habitual de los cinéfagos más voraces, y no era raro que se escenificaran discusiones pontificadoras que giraban en torno a temas tan imposibles como surrealistas. Una de las discusiones más marcianas que tuvieron lugar en este videoclub de locos giró en torno al verdadero sentido que ocultaba la canción de Madonna «Like a Virgin», discusión que Quentin incorporaría posteriormente al guión de su ópera prima «Reservoir Dogs». En cierta ocasión, el cineasta recordó de esta manera este determinante episodio vital-profesional: «Acabo siendo como mi universidad. No es que aprendiera mucho sobre películas mientras estuve allí. De hecho, si me contrataron fue precisamente porque era, ya sabes, un loco por el cine. Pero aquello me permitió dejar de trabajar para ganarme la vida. Trabajando en este sitio, podía pasarme todo el día hablando sobre cine y recomendando películas. Y me encontraba realmente cómodo, muy cómodo». Quentin se convirtió un poco en el crítico de cine local, ya que aprendió a valorar cada película por si misma y a buscar el filme apropiado para cada momento: «Llegó un punto en el que los clientes, nada más entrar por la puerta me preguntaban `¿qué me apetece ver hoy, Quentin?', y yo les aconsejaba `bien, por ejemplo, aquí tienes «Straight Time», con Dustin Hoffman, que es una de las mejores películas de cine negro de todos los tiempos'».

Una explosión fílmica

En el año 92, Tarantino dinamitó las pantallas con su explosiva tarjeta de presentación, «Reservoir Dogs». Una declaración de principios filmica que determinaría el rumbo creativo de este insaciable devorador de películas que disparó todo tipo de conjeturas en cuanto se supo que su segunda película participaría en el festival de Cannes. Finalmente, y contra todo pronóstico para muchos, «Pulp Fiction» se alzó con la Palma de Oro. El jurado, presidido por Clint Eastwood, la había considerado como la mejor película a competición, por delante de los trabajos de cineastas como Nanni Moretti, Krzysztof Kieslowski, Nikita Mikhalkov, Patrice Chéreau, Atom Egoyan, Abbas Kiarostami o Zhang Yimou, típicos directores del gusto de Cannes. Y por si hubiera pocos motivos para desear verla, los críticos desplazados a esta ciudad costera del Estado francés, hablaban maravillas de la película, y, lo que era aún más estimulante, la definían como una estupenda cinta de gánsgters que homenajeaba a las viejas historietas publicadas en las revistas de papel de pulpa, baratas, pero de sencillas pretensiones de evasión.

Entre los aplausos que atronaron aquel 12 de mayo de 1994 se escuchó con nitidez el grito indignado de una asistente -«¡Menudo bodrio!, ¡escándalo!»- al que Quentin Tarantino respondió con un corte de mangas mientras subía a recoger la Palma de Oro por la salvaje y rompedora «Pulp Fiction».

El segundo largometraje de un entonces prometedor director de 30 años triunfó en una noche engalanada para Krzysztof Kieslowski. El director polaco, con su tercera entrega de la trilogía de colores, «Rojo», era el favorito incluso para Tarantino, que confiaba en llevarse al menos el premio al mejor guion. Pero fue Michel Blanc, por «Grosse Fatigue», quien logró ese reconocimiento. A continuación, Nanni Moretti recogió el galardón al mejor director. Las esperanzas de salir laureado prácticamente se habían esfumado. Solo quedaba la Palma. Y entonces ocurrió lo inesperado. Clint Eastwood abrió el sobre y anunció: «La película ganadora es ¡Pulp Fiction!».

Un antes y después

Aquella escena marcó un antes y un después en la historia del cine. Ya nada sería igual, ni para el director, que se convirtió en profeta del cine moderno, ni para los actores, que hasta entonces o no eran muy conocidos (Uma Thurman) o atravesaban horas bajas (Bruce Willis, John Travolta).

Ni mucho menos para el hombre que se sentaba al lado de Tarantino en el auditorio de Cannes, Harvey Weinstein, el productor que hizo trizas las reglas del juego al convertir una película independiente de 8 millones de dólares en un taquillazo de más de 200 millones.

«Pulp Fiction» rompió moldes y etiquetas. Las que separaban el cine de culto del popular, lo minoritario de lo masivo, lo exquisito de lo escabroso. Y al hacerlo, dejó noqueados tanto al público como a la crítica.

Con un ritmo trepidante, un inusual montaje fragmentado y escenas -y sobre todo diálogos- para la posteridad como el twist compartido por Mia Wallace (Uma Thurman) y Vincent Vega (Travolta) en el Jack Rabbit Slim's, cimentaron una leyenda asentada en un asombroso manejo de referencias cinematográficas que iban desde westerns como «Río Bravo», pasando por un muestrario de películas de serie B y la obligada referencia a Jean Luc Godard y su «Bande à part».

«Pulp Fiction» en Donostia

Tras su paso por Cannes la película recaló en el Zinemaldia, lo que propició una secuencia un tanto singular que añadió una gran dosis de morbo al estreno de «Pulp Fiction». En aquella edición del certamen donostiarra, también se citó Oliver Stone, el cual acudió con «Asesinos natos», un filme basado en un guión primerizo de un Tarantino que no dudaba en despotricar contra lo que Stone había plasmado en imágenes, y la organización tuvo que diseñar recorridos paralelos por las calles de Donostia para que ambos cineastas no se cruzaran. Diego Galán recogió en estos términos el paso de Tarantino por Donostia en su excelente «Jack Lemmon nunca cenó aquí». «La proverbial informalidad de Quentin estuvo a punto de dar al traste con su presentación formal de `Pulp Fiction'. No quería ir. Prefería enrollarse con Christopher Lee, a quien esos días estaba proponiendo una nueva versión de `Drácula'. Cuando Tarantino decidió acudir a la proyección era ya tan tarde que los acomodadores no encontraban asientos libres, salvo un palco demasiado ceremonioso para él. Sin dudarlo, se sentó en el suelo. Y allí se le pudo ver divertirse con su propia película y celebrar con sonoras carcajadas y aplausos encendidos la reacción entregada del público».

«Pulp Fiction» logró 9,3 millones de dólares el primer fin de semana de su estreno comercial. Al final de la temporada había alcanzado los 107,9 millones en Estados Unidos y 212,9 en todo el mundo. Nadie esperaba eso. Nunca una película indie había superado los cien millones. Pero a partir de entonces, todas las grandes distribuidoras de Hollywood se lanzaron a producir proyectos de bajo presupuesto, cuando no a comprar pequeñas productoras, confiadas en poder repetir el milagro. El cine independiente había triunfado pero, curiosamente, certificaría su propia crisis de identidad.

Travolta resucitó con un twist

John Travolta fue uno de los grandes beneficiados del apabullante éxito de «Pulp Fiction», el propio actor recordó este «resurgimiento» de la siguiente manera: «la verdad es que llegué a dudarlo mucho. Inicialmente yo fui el único al que Tarantino le ofreció el papel, y de pronto aparecieron toda serie de nombres como posibles candidatos. Mel Gibson, Tom Cruise, Tom Hanks, Kevin Costner... Todos estos actores fantásticos entraron en la competencia, por lo que yo me convertí en la tercera o la cuarta opción. Tarantino, sin embargo, me defendió con uñas y dientes y consiguió que me eligieran a mí por encima de todos los demás. Fue increíble». En relación a la célebre escena del baile compartido con Uma Thurman, Travolta reveló que fue «muy divertido. Me encantó que todo el mundo valorara esa escena, porque a mí siempre me pareció un poco arriesgada. Tuve que bailar pero manteniendo el personaje, un gángster un poco pasado de peso que odia lo que está haciendo. Por lo tanto, esa escena de baile fue muy buena como forma de explorar el personaje. Pero el público puede interpretarla de la forma en que se le antoje». Por su parte, Tarantino nos descubrió que no escribió el rol de Vincent Vega para John Travolta porque el cineasta había pensado para el papel en Michael Madsen, a quien había dirigido en «Reservoir dogs». «Me encontré con Travolta un par de veces -reveló Tarantino- mientras escribía el guión. Había oído que él era un gran fan mío. Cuando yo era un crío, Travolta era la estrella del cine más rutilante de todo el mundo. A lo largo de la comida juntos, me di cuenta de que, caray, tenía delante a un buen Vincent Vega. Fue igual que con el personaje de Mia. Yo estaba enamorado de ese rol, pero no sabía qué aspecto tenía. Lo intenté con actrices negras, blancas, maduras y jóvenes. Ninguna me encajaba. Pero cené una noche con Uma y ¡bingo! Supe que la había encontrado». K.L.