Beñat ZARRABEITIA Periodista
Una mirada diferente al Mundial | Vascos que dejaron huella

La leyenda de «los botines benditos» de un mutrikuarra en Ecuador

Juan Manuel Basurko fue el autor del gol que consumó la conocida como «hazaña de La Plata», en lo que supuso el triunfo del Barcelona de Guayaquil ante Estudiantes en la noche del 29 de abril de 1971.

El pasado 20 de marzo, Juan Manuel Basurko falleció en Gasteiz a los 70 años. A simple vista, su nombre no resulta especialmente familiar para muchos aficionados vascos, sin embargo, el mutrikuarra es una leyenda en el fútbol ecuatoriano. Autor del tanto que consumó la conocida como «hazaña de La Plata», en lo que supuso el triunfo del Barcelona de Guayaquil ante Estudiantes en la noche del 29 de abril de 1971. Un partido que provocó la ruptura del récord de imbatibilidad que entonces mantenía la escuadra argentina, conjunto que había concatenado tres títulos seguidos en la Copa Libertadores entre 1968 y 1970. Un gol para la historia de un futbolista diferente ya que compaginaba el balón con su misión como sacerdote en Ecuador. La trascendencia del tanto y el singular compromiso del guipuzcoano dotaron de un aire místico al momento que aún hoy se recuerda con veneración en el país sudamericano.

Para entender la importancia del gol, la crónica posterior del diario «El Universal» se señaló que «pasarán muchos años. El hombre llegará no solo a la Luna sino también a otros planetas, pero los aficionados ecuatorianos se acordarán siempre de la noche en que Barcelona le ganó a Estudiantes». Durante la transmisión, el narrador de Radio Atalaya Arístides Castro llegó al éxtasis cuando pronunció la célebre frase de «benditos sean los botines del Padre Bazurko». En el bando derrotado, la prensa argentina optó por «Dios (y Bazurko) estuvieron con Barcelona» como apertura en «Clarín». Es el momento más importante de la historia del fútbol ecuatoriano a nivel de clubes, por ello en 1996, coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario, el Barcelona de Guayaquil invitó al guipuzcoano a una fiesta de celebración. Sus antiguos compañeros le esperaron en el aeropuerto. Por todo ello, no es de extrañar que al conocerse la noticia de su fallecimiento la página web del equipo mostrase un sentido pésame a la familia recordando a «una gran persona que le regaló una alegría inolvidable a todo el pueblo barcelonista que lo recordará por siempre». Toda la prensa de Ecuador también se hizo eco de la noticia luctuosa.

Todo había comenzado en Mutriku, donde despuntó como delantero en el equipo de la localidad. Su facilidad para marcar llamó la atención de la Real, pero Juan Manuel tenía otros planes vitales. Estudiaba Teología y como otros jóvenes vascos de aquella época conjugaba su conciencia social con la fe católica. Su compromiso le llevó a Ecuador, lugar en el que pasó cinco años y donde impartió catequesis, ofició misas y ayudó a las personas más desfavorecidas. Lo hizo como párroco en una iglesia de San Camilo, pequeña localidad de Quevedo en la provincia de Los Ríos, al este del país.

Tiempo en el que no se dejó de lado su pasión futbolística y comenzó a jugar con el equipo de San Camilo, paso previo para fichar por el Liga Deportiva Universitaria de Portoviejo. Eso sí, el acuerdo contaba con una condición, Basurko no jugaría si los partidos coincidían con sus obligaciones eclesiásticas.

Sus tantos llamaron la atención del Barcelona de Guayaquil, uno de los clubes más potentes del país, que lo agregó a sus filas pese a la sorpresa de su técnico Otto Viera que declaró «he pedido un delantero, no un cura». Sin embargo, tal y como recordó su excompañero Luciano Matías en andes.info, «nos causaba mucha admiración, se incorporaba al equipo el mismo día de los partidos». En el mismo medio digital, el prestigioso historiador y periodista le define como «un delantero muy potente, sumamente inteligente, que no entrenaba a diario porque tenía que cumplir con su parroquia». Su apodo era consecuente, «el padrecito».

La cita de la liguilla de semifinales de la Libertadores, en cambio, se disputó una noche de miércoles en La Plata. En el partido de ida, los pincharrata de Osvaldo Zubeldia habían vencido por cero a uno y la revista «El Gráfico» tildó al Barcelona como «equipo de Tercera». Algo que sentó francamente mal en Ecuador, pero la empresa parecía casi imposible. Estudiantes contaba con unas cifras inmejorables y además de los tres títulos continentales consecutivos había derrotado a clubes europeos como el Manchester United, Celtic de Glasgow o Feyenoord.

La escuadra argentina era muy dura y contaba con Aguirre Suárez -que más tarde formaría una violenta pareja de centrales con el uruguayo Montero en el Granada-, Bilardo, Artime o «La Bruja» Verón -padre del ex jugador Lazio o Samp-. Enfrente, los ecuatorianos con el antiguo mito de Nacional de Montevideo Alberto Spencer como referente, a su lado formó Basurko. Figura que se ganaría para siempre el corazón de los aficionados de los canarios al anotar el tanto del histórico triunfo en La Plata en el minuto 63. La victoria fue festejada en calles y plazas de la ciudad conocida como «la perla del Pacífico». El resultado les abría las puertas de alcanzar la final, pero una posterior derrota en Santiago de Chile ante la Unión Española esfumó dicha posibilidad. En la Liga sí que se alzaron con el título antes de iniciar una desbandada en el club. Basurko apenas jugó ocho partidos anotando dos goles, pero su nombre quedó ligado para siempre al Barcelona antes de volver a Portoviejo y seguir compaginando misas y goles.

A mediados de los setenta regresó a Euskal Herria y según señaló en una entrevista a la revista Líbero en 2013 tomó la decisión de dejar la Iglesia. Afirmaba que «vi algunas cosas que no me gustaron, el manejo y cómo se hacían las cosas, historias que no vale la pena recordar y preferí dejarlo». Se casó con Rosa Pérez de Arenaza y tuvo dos hijos, Adur -capitán del Mundarro de Astigarraga- e Izaro. Amante de la literatura, especialmente de Borges o de la nóvela «Pedro Páramo» de Juan Rulfo, su vida profesional se encaminó hacia la docencia. Durante años ejerció como profesor de filosofía en un instituto de Donostia, entre sus alumnos del curso de 1983 estaba un chaval de Hondarribia que respondía al nombre de Unai Emery. Sí, el actual técnico del Sevilla, que tras la muerte de Basurko envió un mensaje de recuerdo y condolencias para su familia a través de su web.

Un hombre que dejó huella personal en todos los lugares por los que transitó y que entró en la historia del fútbol con su tanto en una tensa y nublada noche en La Plata. Un legado que hizo feliz a un club ecuatoriano que le guardará eternamente en su recuerdo.