Mikel INSAUSTI
Zinema kritikaria
CRíTICA: «Mil maneras de morder el polvo»

Del western paródico al western escatológico

Para ver «Mil maneras de morder el polvo» hay que olvidarse por completo del western paródico, y quienes esperaran algo en la línea del Mel Brooks de «Sillas de montar calientes» mejor que se lo vayan borrando de la cabeza. Tampoco se puede hablar de ningún tipo de western en concreto, porque lo único que hace Seth MacFarlane es enmierdar el género en el sentido más literal. Su humor escatológico está tan fuera de lugar que, a su lado, Terence Hill y Bud Spencer se convierten en unos genios de la pedorreta y el eructo entre disparo y disparo de revólver. La diferencia reside en que los del spaghetti no se gastaban una lira y MacFarlane ha despilfarrado unos cuarenta millones de dólares.

¿Por qué todos los gags que sorprendieron en su anterior comedia gamberra «Ted» ya no funcionan en su segundo largometraje? La principal razón es que este humorista viene de la animación adulta, donde se limitaba a ser actor de doblaje. En su exitosa ópera prima tuvo el buen juicio de ceder el protagonismo a Mark Wahlberg, permaneciendo en un discreto segundo plano. En cambio, en «Mil maneras de morder el polvo» ha preferido dar la cara, y lo cierto es que le falta mucho expresiva y gestualmente para hacer reír al público. Debido a ello se apoya en el chiste verbal en exceso, llegando incluso a explicar bromas que se habían entendido a la primera.

Puestos a interpretar se decanta por el personaje de un antihéroe, un cobarde que no encaja en el Oeste de Leyenda. Hasta ahí la cosa podría haber sido divertida, pero lo estropea al erigirse en la conciencia de aquel mundo violento y machista, juzgado desde una perspectiva actual. Y por eso no se le ocurre otra cosa que echar paladas y paladas de estiércol de oveja encima (sic).

La incorrección política y la irreverencia aquí no vienen a cuento, puesto que se está cagando literalmente en una época pasada. No hay espacio para la caricatura, hasta el punto de que Liam Neeson encarna al pistolero sanguinario que visto de negro en serio. Queda tan ridículo como el extemporáneo baile del bigote.