Francisco Letamendia
EHU-ko irakaslea
KOLABORAZIOA

Posmodernidad y derecho a decidir

Tip: «En estos momentos difíciles para todos (?) lo importante es ir con la verdad por delante... ¡aunque sea mentira!». Coll: «Lo importante es que estemos de acuerdo». Tip: «Sí, exacto, ya les mandaremos en qué» La construcción de identidades en la posmodernidad no es de sentido único. Proliferan identidades hechas de pedazos inconexos. Pero también ha emergido una identidad hija del pluralismo, incluyente, participativa y deliberativa, que hace de la diversidad su razón de ser

Identidades e ideologías son desde la Revolución Francesa los elementos esenciales de la cultura política. Las ideologías modernas, liberalismo, conservadurismo, socialismo, anarquismo, comunismo, guerra revolucionaria, fascismo, cristianismo político, eran universalistas, antagónicas, proselitistas y ordenadas. Las identidades posmodernas son en cambio sectoriales, autorreflexivas y fragmentadas.

La modernidad es la hija de la Ilustración; surgida de un contexto religioso, sustituyó la certeza de la ley divina por la certeza de nuestros sentidos y de la observación empírica. La posmodernidad se asocia con la ruptura de las visiones teleológicas de la historia, esto es, la concepción de la historia como un proceso que culmina inexorablemente en un telos u objetivo central que la Ilustración arrastraba como herencia de su pasado.

Los rasgos del pensamiento político posmoderno son la horizontalidad del poder y la intensificación del pluralismo. Ahí tiene su asiento el destronamiento teórico del Estado soberano moderno y la disolución de su concepción como «container» de una única sociedad mononacional. El pluralismo conlleva la defensa de la plurinacionalidad y el multiculturalismo, la revalorización del derecho a decidir de los colectivos humanos y grupos nacionales, la inclusión en red de todos los valores del mundo de la vida...

Pensadores muy dispares, al converger en su crítica de la modernidad, han puesto las bases teóricas de la posmodernidad:

-Horkheiner y Adorno definen la razón como una potencia que ejerce su dominación de modo ilimitado. Cuando confluyen capitalismo y modernidad, la razón ilustrada se hace «instrumental» y adquiere una orientación totalitaria.

-Wittgenstein denuncia las construcciones englobantes de la metafísica. Al no contener proposiciones descriptivas, los lenguajes filosóficos, éticos, teológicos, carecen de sentido. El sentido del mundo se encuentra fuera de él, en la mística. Pero «de lo que no se puede hablar, es mejor callar».

-Foucault describe el poder no como un dispositivo central soberano, sino formado por una serie de redes que provocan en todos sus nodos la eclosión de resistencias.

-La interpretación en el terreno de las ciencias sociales de los desarrollos científicos de la mecánica cuántica y el principio de incertidumbre, llevada a cabo entre otros por Kuhn, presenta la evolución del saber en términos de rupturas y reorganizaciones radicales, negando el determinismo y el carácter acumulativo de toda ciencia.

-En la teoría de Luhmann de la autoorganización de sistemas o auto-poiesis, el modelo ya no son las máquinas, que tienen como finalidad la producción de bienes, sino los modelos de vida, la cual se produce únicamente a sí misma. El ser humano construye simultáneamente una pluralidad de sistemas policéntricos y no jerárquicos en un mundo sin centro. De ahí cierto conservadurismo, pero también la defensa de las minorías.

Pero la posmodernidad presenta deficiencias; su pensamiento «débil» abre el camino a la imposición de los intereses de los grupos privilegiados. El triunfo del neoliberalismo es la cara oscura de la posmodernidad. Esta tiene por lo mismo consecuencias contradictorias sobre las identidades políticas. Ha generado, y en su caso reforzado, una proliferación de movimientos sociales emancipadores nacidos de las resistencias de los miles de fragmentos del mundo sin centro que le es propio: ecologismo, feminismo, pacifismo, indigenismo, teologías de la liberación, movimientos antigobalización neoliberal, «indignados». Su pensamiento débil ha dejado por otra parte a las personas indefensas ante la dominación de los poderosos, mercados, neoliberalismo, capitalismo flexible y precarización, facilitando la propagación de fundamentalismos religiosos, terrorismos, extrema derecha xenófoba...

Finalmente, la construcción de identidades en la posmodernidad no es de sentido único. Proliferan identidades hechas de retales o pedazos inconexos, y reacciones identitarias en forma de «agujeros negros» en el otro extremo. Pero también ha emergido una identidad hija del pluralismo, incluyente, participativa y deliberativa, que hace de la diversidad su razón de ser.

En el caso de las naciones sin Estado de Europa, en Escocia, Catalunya, Flandes, Euskal Herria, se apunta un movimiento que aunque potenciado por las identidades nacionales, desborda, de modo acorde con el pluralismo y la diversidad posmodernos, las fronteras del nacionalismo, aunque lo incluye, basado en la noción del derecho a decidir. Es esta una idea-fuerza omnicomprensiva, sin centro y articulada en forma de red, en la que la decisión se extiende:

-al derecho de las mujeres al control de sus cuerpos

-al derecho a la propia imagen de todas las ciudadanas y ciudadanos, libre de estategias político-mediáticas de difamación

-al derecho al trabajo decente y a mantener un tejido industrial libre de desmantelamientos y deslocalizaciones

-al derecho a una vida exenta de precariedad y miseria

-al derecho a promover la lengua y la cultura propias

-al derecho a vivir en paz, y a culminar los procesos de paz allá donde se hayan iniciado

-al internacionalismo con todos los pueblos del mundo, hermanados en la común oposición a mercados y estados negadores de su soberanía socioeconómica, política, o ambas a la vez

-y, por supuesto, al derecho a decidir, y a poder construir, la forma política elegida por la ciudadanía de modo libre y democrático, incluyendo la independencia.