Mil veces buenos bocatas

En el agujero más oscuro del más apestoso tugurio de Florida, nos topamos con un señor que ocupa, él solito, la mesa más roñosa del local. Una rápida hojeada a dicha masa de carne (embutida, cómo no, en una camisa hawaiana plagada de manchas) indica que lo más probable es que haya nacido y crecido en el lugar donde nos encontramos. Seguramente se haya reproducido (y vaya a morir) en la silla sobre la que ahora mismo está sentado. El panorama es decadente, pero por alguna extraña razón, algo nos impulsa a seguir avanzando. Algo nos dice que esa gelatinosa masa de melancolía en realidad es el tío ideal con el que salir de copas.
Y cuál es nuestra sorpresa cuando uno de los focos del bar revela que el personaje en cuestión es ni más ni menos que Jon Favreau... el tío con el que, efectivamente, siempre quisiste tomarte unas birras. Le miras, sorprendido; él te ve y sin apenas inmutarse, te dedica una mueca (entre el desprecio y el cariño) que lo dice todo. «Qué quieres, ya estoy de vuelta de la vida». «Chef», su última película, da buena fe de ello. Hay algo en ella que huele crepuscular, a fin del camino o, para emplear la jerga al uso, a «me la suda».
Quizás sea esta la prueba de que al bueno de Favreau se le quedó todo el talento en el soberbio guion de la igualmente estupenda «Swingers», y el oficio en un cine comercial del que parece que ahora, y por el momento, reniega. Las exigencias de la box office desgastan; la necesidad del descanso, se entiende. Pero «Chef» es incluso menos que esto. Es la -entrañable- dejadez del golferas que sabe que, por el momento, le basta con el piloto automático. No es que la película sea pequeña, es que a veces parece que ni existe, más allá de la burda excusa de su director y guionista para rodearse de los encantos de Scarlett Johansson y Sofía Vergara, del carisma de Robert Downey Jr... y de paso inflarse a bocatas.
Cine de amiguetes made in USA, con una cara dura solo comparable a su -innegable- encanto. Y menuda rabia, porque aunque todo apunte a la tomadura de pelo más flagrante, el balance general hace que sobresalga, por encima de cualquier posible inconveniente, la ligereza del producto, ideal para una digestión ligera más que bienvenida en época de comilonas veraniegas. Favreau se lo guisa, se lo come, lo regurgita y nos lo da, para que ni siquiera tengamos que matarnos a masticar. Qué asco, y qué poquita cosa, y qué racanería... pero qué ritmo, y qué buen rollo, y qué sonrisillas tan contagiosas... y, qué diablos, ¿a quién no le apetece irse de cervezas con los colegas? Pues eso mismo.
Por el contrario, la propuesta de Erik Poppe es, precisamente, lo contrario. A todas luces, y en el peor de los sentidos. «Mil veces buenas noches» (sobre una fotógrafa de guerra que se debate entre salvar a su familia o al mundo entero) lleva estampada en toda la cara la etiqueta de «prestigio». La luce de tal manera que se hace insoportable. Tras concluir su trilogía del amor condenado, el cineasta noruego se hace visible al resto del mundo, envolviéndose en una historia dispuesta a no dejar a nadie indiferente. El problema es que va descaradamente a herir sensibilidades.
No es que quiera despertar conciencias, es que va a cargárselas con toda la mala saña del mundo. Encabezándolo todo no está Poppe, sino ese pozo de la atención llamado Juliette Binoche, insoportablemente impecable, como casi siempre. Al igual que con el encarcelamiento de Jafar Panahi, sus lágrimas, perfectas en forma, densidad y cadencia, no lloraban al cineasta, sino al pobre insensible que no congeniaba tanto como ella con la tragedia. El que no se emocione es un monstruo. Se siente uno fatal, no por el drama humanitario denunciado, sino porque nota que le están apuntando con el dedo acusador. La actitud, incomoda; la articulación del discurso (sustentada en una poesía visual resultona que ya raya lo reiterativo dentro de la carrera del cineasta), carga a más no poder. La pesadilla del compromiso transformada en pesadez. Si -todavía- se lo preguntan, servidor prefiere, mil veces antes, los bocadillos grasientos del muy grasiento Favreau, que esa gala benéfica de la haute cuisine organizada por Erik... perdón, por Madame Binoche.
Estreno
Título: «Chef».
D. y G.: Jon Favreau. Int.: Jon Favreau, Sofía Vergara, John Leguizamo, Scarlett Johansson, Oliver Platt, Dustin Hoffman, Robert Downey Jr.
País: EEUU, 114 m.
Ficha
Título: »Mil veces buenas noches».
T.O.: «Tusen ganger god natt (A Thousand Times Goodnight)».
D.: Erik Poppe.
G.: Erik Poppe, Harald Rosenlow-Eeg, Kirsten Sheridan.
Int.: Juliette Binoche, Nikolaj Coster-Waldau.
País: Noruega, 117 m.

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