El Mundial de fútbol ha terminado. Por si alguien todavía necesita pruebas, no tiene más que pasearse por las calles de Berlín, que seguramente seguirán pegajosas a causa de los litros de cerveza arrojados por los jugadores de la selección alemana. Aunque claro, siempre es más barato quedarse en casa y prestar un poco de atención a una cartelera que por fin se despereza. La amenaza del router hogareño no mengua, pero la del Deporte Rey sí se ha desactivado momentáneamente, de modo que toca aprovechar. ¿Coincidencia el que ahora se apelotonen los blockbusters? Por supuesto, no.

El primero de ellos nos presenta a los de siempre; a esos matones que llevan estando de guardia desde el pleistoceno. Obviamente, esta es buena parte de la gracia con la que juegan «Los mercenarios». El resto está, como ya sabemos, en los nombres de los que se farda en el póster promocional. Cuidado, el peligro también está ahí. Juntar apellidos como Stallone, Schwarzenegger, Gibson o Banderas (y muchos más) puede ser excusa suficiente para dormirse en los laureles. Lo peor es que hasta lo entenderíamos. Porque admitámoslo, somos unos flojos, y a veces nos basta con saber que a nuestros queridos dinosaurios les va bien.

Y les va a todos de fábula. Incluso a Mr. Snipes. Básicamente porque al macho alfa de la manada se le ha ocurrido reunirlos de nuevo en su Parque Jurásico particular. Con el encanto de la (pen)última ronda, «Los mercenarios 3» es un más-de-lo-mismo, pero en el buen sentido. Se prorroga este reconfortante auto-homenaje a la vieja escuela, que nunca llegará a la altura de las leyendas de la caspa más musculada. ¿Y qué? Al fin y al cabo, no hay mayor pretensión que la de matar (en el sentido más literal) el rato. Esto y, faltaría más, comprobar a cuál de nuestros amados gorilas le dura más la erección.

Enésima reedición nostálgica de aquel paraíso de la testosterona y adrenalina ochenteras. Después de firmar el western aussie «Red Hill», el director Patrick Hughes aparca su personalidad para que el tren de egos no se lo lleve por delante. La jugada le sale bien, dando así a luz a la entrega más compensada de la franquicia. Larga, sí. Demasiado, pero con un instinto afiladísimo a la hora de sacar el máximo partido a una edad que, efectivamente, obedece al más pueril de los estados mentales. Como niños con metralletas y granadas. Se lo pasan (y nos lo pasamos) teta.

Aunque mucho más placer saca uno de la segunda revienta-taquillas de la semana. «Guardianes de la galaxia» es, sin rodeos, la mejor película de la Marvel desde la celebrada «Los vengadores». Cuestión de aritmética: cuando la Disney y la factoría de comics por excelencia apuestan por la personalidad, el producto resultante funciona como la más precisa obra de ingeniería. Sucedió con Joss Whedon y ha vuelto a pasar con James Gunn, especie de reflejo gamberro del primero. Si uno se hizo grande dignificando a la serie B, el otro hizo lo propio con la última letra del abecedario.

Su más reciente creación es la fusión ideal entre sus pulsiones más bajas y las que se le exigen desde más arriba. En otras palabras, Gunn triunfa principalmente por saber cuándo tiene que ceder y cuándo puede darse el gustazo. Acierta tanto en lo primero como en lo segundo, asentándose así en un más que saludable equilibrio entre lo espectacular y lo cómico. Porque sus guardianes, que rinden a alto nivel en todos los niveles exigibles, son trepidantes, respetuosos con la materia prima, sofisticadamente macarras... pero ante todo, son divertidísimos.

Imposible no reírse con ellos; imposible no querer con locura a cada uno de estos monstruitos del carisma (tanto a ellos como a sus entonadísimos alter-egos). Cuando las palomitas saben a pura delicatesen y cuando los Jackson 5 y Rupert Holmes reclaman llenar el vacío del espacio exterior... Cuando el entretenimiento de masas se permite no solo la insolencia de mostrarse cinéfilo, sino además de dejar evidencias de que moviendo los hilos está un señor autor que va a hacer de sus pillerías freaks un objeto de deseo casi universal. La Marvel ya se está forrando, Mr. Gunn salta a la vista que disfruta de lo lindo, y nosotros que ya pedimos más. Toda la galaxia gana.