Unos trikitilaris gigantes se suman al desfile de la Ballena
Baly, la popular Ballena que el primer domingo de Aste Nagusia desfila por la Gran Vía, volvió ayer a hacer las delicias de las miles de personas que se agolparon para ver su paso. A la familia del popular cetáceo le acompañaron unos trikitilaris gigantes que gustaron.

Por primera vez desde que comenzase a celebrar el desfile de la Ballena, al mismo se sumaron unos personajes unidos a la realidad cultural del país. Un quinteto de gigantes con un trikitilari, un albokari, una panderojole y dos txalapartaris, que representaron a grandes figuras de la música popular vasca como fueron el trío compuesto por Maurizia, Leon y Fazio.
Antes de ellos, habían enfilado por una Gran Vía atestada de público deseoso de conocer las novedades del desfile y de saludar a viejos conocidos, la familia de Baly, formada por el Pulpo, el Besugo y el Txangurro, a los que los txikis hace tiempo que les perdieron el miedo y que no dejaron de tratar de interactuar con ellos, hasta que los enormes muñecos comenzaron a arrojar agua, confettis y humo. Lo cierto es que el líquido elemento se agradeció debido a la caluroso jornada que se vivió ayer en el Botxo.
La marcha la abrió la percusión de la Banda del Surdo, que imprimió ritmo y energía a los presentes, cansados algunos de esperar el inicio. Detrás, la protagonista, lanzando chorros de agua, acompañado de su «esposo» el Pulpo, que no paraba de expulsar confettis por sus tentáculos.
En una camioneta, aunque también a pie, les seguían los componentes del Orfeón San Anton, integrado por 40 voces mixtas bajo la dirección del maestro Alfredo Hurtado de Saracho, antecediendo al «hijo» de la Ballena y el Pulpo, el Besugo, un colorido inflable de 12 metros de largo por 5 de metros de alto, que continuando los usos de sus progenitores, se dedicó a expulsar humo por su boca y arroz por sus laterales. Y completando a la familia de Baly, el Txangurro con su pareja de grandes pinzas, con la que trataba de «atrapar» algún pequeño apostado en la acera.
Serpentinas de ilusión
En un mundo donde todo se va volviendo gris y las sonrisas son cada vez más escasas, la misión del Gran Ilu y sus compañeros los Siones, es traer la fantasía en forma de largas serpentinas de colores que lanzaron con unos curiosos artilugios. Los txikis no se aguantaron en su sitio y fueron muchos los que se atreviaron a hacerse con esas serpentinas que expulsaban con provocadoras corrientes de aire, creando una lluvia de ilusiones.
Si los grandes trikitilaris dejaron con la boca abierta a más de uno, las cometas que buscaban crear un ambiente onírico acabaron con los que se resistían. Con simples estructuras, la compañía Cal y Canto generó un clima mágico, como preámbulo de los diez muñecos de la familia Gordini, con su aspecto de dibujos animados, colores llamativos y grandes dimensiones que dejaron boquiabiertos a los presentes, que tuvieron la ocasión que interactuar con estos simpáticos personajes.
Bricadeira volvió a traer la percusión y los ritmos de la música afrobrasileña a la Gran Vía. Y detrás, Futur Metal, cinco gigantescas figuras mitológicas hinchables, ataviadas con efectos de corazas y armaduras metálicas, y efectos especiales con máquinas de humo y rayo laser. Esos personajes futuristas envolvieron al público y les sumergieron en un nuevo universo lleno de fantasía, dragones y seres de otra realidad.
El desfile de la Ballena lo cerró la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense con una planta muy seria, no muy propia de este tipo de marchas festivas. Pero los gaiteros no fueron los últimos, sí del programa oficial, pues detrás fueron decenas de empleados de la limpieza y sus vehículos para barrer con prontitud todo lo arrojado por la comitiva. A los 35 trabajadores fue a saludarles el propio alcalde de Bilbo, Ibon Areso, presente en la Gran Vía.

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