buscar un baño, una odisea por momentos
Lo peor es que no hay ninguna alternativa para quien vuelve a casa en transporte público y le quedan 30 minutos de viaje.

Quedan aún horas de fiesta que pueden llegar a ser tan intensas como las precedentes, pero se masca el sabor a despedida y el cansancio hace mella. No hay más que darse una vuelta por los concurridos establecimientos hosteleros para comprobar qué poca conversación ofrecen ya los taberneros a los clientes, porque bastante tienen con atender lo antes posible y memorizar rondas que parecen pruebas para medir su concentración. A estas alturas, más vale ir por partes que pedir de un tirón «cuatro zuritos, uno con gas, dos ruedas, un txakoli, dos marianitos rojos, uno blanco, dos crianzas y un mosto sin hielo», porque acumulamos ya ocho intensos días de fiesta.
Por eso es mejor ser sincero y pedir un poco de comprensión, como un profesional de la barra que ayer tuvo que reconocer a una clienta que estaba «fatal», mientras le devolvía estupefacta dos cañas porque había pedido dos cafés.
Hasta los zombis han rebasado ya la Ría en busca a veces de un baño, porque efectivamente, no es nada fácil acceder a un lavabo en plena Aste Nagusia, cuando muchos están reservados a clientes. Se entienden las largas colas inevitables a horas de alta concentración de público en el recinto festivo, en baños públicos con personal que vigila el buen estado de los lavabos y aligera las colas. Lo malo es que no hay ninguna alternativa para quien vuelve a casa en transporte público. Lo tienes claro si has salido del Arenal apretando vejiga y te quedan 30 minutos o más de metro, tren o autobús hasta casa, porque el transporte público no contempla las necesidades fisiológicas de sus usuarios. Tampoco te puedes fiar de estaciones que sí disponen de baño, porque en determinados momentos los cierran inmisericordes, por ejemplo, ante familias con niños que se debaten entre no perder el tren probando el aguante de los menores y correr al exterior en busca de un recodo discreto. Eso sí, con mucho cuidado de que el personal de seguridad de la casa o del edificio colindante no te pille en semejante falta de civismo, porque cualquiera sabe en qué puede acabar la cosa.

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