Pastores esteparios en la recogida de chatarra espacial

El cineasta alemán Veit Helmer está interesado por la antropología y los viajes, y en su aproximación a otras culturas ha ido desarrollando un estilo personal que cristaliza en su cuarto largometraje, «Baikonur», después de sus experiencias previas con «Tuvalu», «Gate to Heaven» y «Absurdistan». E s un cine poético, que juega imaginativamente con los fuertes contrastes que se dan en lugares recónditos del planeta entre el progreso tecnológico y las formas de vida tradicionales, rescatando por encima de esas diferencias aparentemente insalvables la capacidad de soñar, común a toda civilización del pasado o del futuro.
Tal como da a entender el título, la película está localizada en esa zona de Kazajistán, que conserva de su etapa como república socialista soviética un importante cosmódromo. Allí la carrera espacial prosigue, convirtiéndose en un recurso económico también para los pastores de las estepas, que se dedican a la recogida y posterior venta de la chatarra que cae del cielo para poder subsistir, ante las dificultades derivadas de su estilo de vida nómada vinculado desde siempre a la ganadería.
El protagonista es un joven pastor, cuya imaginación le ha permitido perfeccionar el método para la localización de los restos procedentes del espacio, mediante una pantalla de fabricación casera que actúa como antena y capta las emisiones de radio de la base. Por algo le llaman al chico Gagarin, y éste encuentra la oportunidad de hacer honor a su apelativo cuando se informa de la caída de una nave tripulada. Así encuentra una cápsula en cuyo interior ha sobrevivido una bella turista espacial, la cual sufre amnesia a consecuencia del accidente.
El Gagarin estepario interpretará el extraordinario hecho como una señal celestial, llenando el vacío de memoria de la cosmonauta extranjera, encarnada por Marie De Villepin, con sus sueños. Esto le permitirá entrar en ese mundo prohibido que se halla al otro lado de la valla metálica que separa la base del exterior, a pesar de la oposición de los vigilantes de seguridad. No existen barreras físicas para las historias de amor cósmicas.
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