Alberto PRADILLA

Podemos cierra cónclave y se ubica en un ciclo electoral clave en el Estado

La «convergencia» entre fuerzas de cambio es una cuestión central del debate en un contexto de crisis estructural en el Estado español. Podemos ya ha dejado claro que acudirá a las elecciones autonómicas de mayo con listas propias y debate qué hacer en las municipales, con posturas divididas entre el grupo de Pablo Iglesias y el de Pablo Echenique. El ciclo, sin embargo, mira hacia unos comicios generales que llegarán seis meses después.

«Vamos a estar en las autonómicas, con listas propias, y en las municipales, con candidaturas de unidad popular. Estaremos en mayo, no nos subestiméis». Iñigo Errejón, director de campaña de Podemos y uno de los integrantes de la propuesta «Claro que Podemos», que integra a Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre, dejaba clara su posición al explicar su propuesta de línea política. Presentarse en los comicios autonómicos (que en Euskal Herria implicaría lista en Nafarroa, a la espera de ver cómo se interpretan las forales en la CAV) no genera discusión entre las corrientes que compiten en el cónclave celebrado en Vistalegre durante el fin de semana.

El gran debate son los municipios. Teresa Rodríguez, eurodiputada y avalista de la propuesta alternativa, «Sumando Pode- mos», abogaba por «soberanía» de los círculos para desembarcar en cada localidad. La divergencia tiene una doble vertiente: interna y externa. Y todo se explica dentro de un ciclo electoral que no concluye en mayo, sino en los comicios españoles que, como muy tarde, serán en enero de 2016. Con el bipartidismo en entredicho, un PSOE en decadencia que no remonta ni con la llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general y una IU en aparente bicefalia, «convergencia», que fue la palabra de moda durante meses, no pasa de ser un partido catalán.

Los comicios de mayo se presentan para Podemos como «la primera batalla para el cambio político» en el Estado español, según aseguró Errejón. Sin embargo, la vista está puesta en las elecciones que determinarán el futuro inquilino de la Moncloa. Las encuestas ya apuntan a un 20% de los escaños. Cierto es que el calendario no juega a favor de una formación que ha crecido de forma meteórica, pero que apenas tiene nueve meses de vida y que todavía se está constituyendo. En este contexto se explica su preocupación por cuidar la «marca Podemos» ante el posible desembarco de «paracaidistas».

En cuanto a las autonómicas (forales, en el caso de Nafarroa), se irá con lista propia a la espera que termine todo el proceso y de que hablen los territorios afectados. En eso no hay discusión, aunque Monedero ya avisó ayer que otra cosa serían los pactos poselectorales. En los municipios ya hay más dudas. Errejón marcó ayer sus líneas rojas: candidatos electos en primarias, no constituir una «sopa de siglas» ni tampoco aspirar a unificar al «margen izquierdo del tablero». Si este corsé se aplica a planteamientos como el de «Irabazi-Ganemos Euskadi», presentado recientemente en la CAV con la suma de Ezker Anitza, Equo y Alternativa Republicana, parece difícil que Podemos-Ahal Dugu entrase en la ecuación. En otros lugares, como Barcelona, donde «Guanyem» está capitaneada por Ada Colau y se ha realizado un profundo trabajo de base, sí que podría darse por segura su participación. En Madrid también se está a la espera, aunque los grupos de trabajo de «Ganemos Madrid» llevan tiempo en funcionamiento y se confía en la presencia de Podemos, además de IU y movimientos sociales.

Movimientos

No ha pasado tanto tiempo desde que Pablo Iglesias tendiese la mano a Izquierda Unida. Aunque las posiciones han cambiado notablemente. Lo hicieron, concretamente, el 25 de mayo, cuando Podemos quedó a un escaño de la formación que lidera Cayo Lara. De mirar al partido de Iglesias por encima del hombro, pasó a abogar por un «gran bloque de izquierdas». Desde entonces, IU se encuentra en una situación complicada. Nombró a Alberto Garzón como secretario de Proceso Constituyente y Convergencia. Sin embargo, Lara ha seguido dejando recados, no siempre amigables, hacia Podemos, lo que da una apariencia de «bicefalia» o, al menos, de dos formas de entender el actual momento político estatal.

En los últimos meses, miembros de Podemos como Errejón o Monedero no han dejado de insistir en que no buscan una «unidad de izquierdas» sino una «unidad popular». Que el 20% de sus votos llegue desde el PP abre el interrogante sobre si esos sufragios, o el trasvase desde el PSOE, secundarían una unión con IU, aunque fuese con otro nombre. Quizás eso explique también las escasas referencias a un hecho clave actualmente en un Estado en crisis: el proceso catalán. Ayer, el director de campaña en las europeas habló de la «plurinacionalidad» del Estado y la víspera, Iglesias había criticado a quienes «no tienen más patria que su dinero», nombrando a PP, PSOE y CiU. A lo que no se hizo referencia fue al acto multitudinario de Barcelona en el que, convocados por la ANC y Òmnium, miles de personas reivindicaron el derecho a decidir. Eso sí, en ambos actos se cerró con «L´Estaca».

«Hace un tiempo, desafiando la arrogancia de unos y el cinismo de otros, discutíamos cómo era posible que no ocurriese nada, ahora cómo vamos a ganar. Tenemos que estar a la altura porque el régimen de 78, está crisis y con él sus ideas, instituciones y partidos», aseguraba Errejón. En este contexto, y a la espera de que Podemos se configure definitivamente y de los movimientos que puedan desarrollarse internamente en IU, cabe esperar que la «convergencia» sea más un coincidir en espacios municipales concretos que en un pacto global. De lo que sí hablan los dos es de la idea de un proceso constituyente. Lo reiteró ayer Iglesias, que abogó por esta fórmula para «devolver la palabra a la ciudadanía».

La jornada del sábado fue de toma de posiciones y Vistalegre estaba a rebosar. Ayer la entrada flojeó algo más, aunque los debates eran más profundos. Sin embargo, en un contexto de ilusión colectiva, en ocasiones se aplaudía una afirmación y la contraria, creando una sensación cercana a la del capítulo de Los Simpson en el que Kang y Kodos, extraterrestres, suplantan a los candidatos a la presidencia de EEUU y cierran el disenso con un «aborto para unos, banderitas americanas para los otros», en medio de la aprobación general. Había euforia y elevar el tono de voz de forma vehemente, así como llamar a la unidad, servía para ganarse las palmas. Claro, que en todo este ambiente, también se producía un debate intenso. Si la víspera había sido la jornada del precalentamiento, ayer tocaba explicarse. También, marcar línea de cara a un proceso que no termina el próximo 26, cuando se conocerá qué texto es el más votado por los, por ahora, 130.000 inscritos.

«Las elecciones no las gana un secretario general ni tres, ni cien, las gana la gente. No hemos venido a echarnos a un lado sino para dar un paso al frente». Lo manifestaba Teresa Rodríguez, respondiendo a la invitación lanzada el día anterior por el equipo de Pablo Iglesias de que el equipo que no obtenga el aval mayoritario ceda espacio a los vencedores. La eurodiputada, arropada por Echenique y Lola Sánchez, que también integra el grupo en Europa, aseguró que aspirará a formar parte del Consejo Ciudadano, el principal órgano de dirección de Podemos que se constituirá el 15 de noviembre, gane o no su propuesta. También es cierto que el líder de Podemos templaba los ánimos y evitaba hablar de triunfadores y derrotados. Eso sí, mantenía que, por coherencia, no aspiraría a seguir al frente en caso de que las bases den la razón a Echenique. «Yo no soy imprescindible. Si vosotros, si la mayoría cree que hay que tener otra estrategia, me pongo a las órdenes» de quien la haya planteado, afirmó, pese a que Echenique insistía en que el «líder carismático» ya está en las filas de Podemos y es el propio Iglesias. «No soy un macho alfa, soy un militante», reiteró este.

En medio de un aplausómetro, el rostro más visible de la formación rompió la dinámica y pidió silencio. «Os reto a que no me aplaudáis», dijo, para reivindicar el «miedo» que, a su juicio, crece entre «la casta» ante la posibilidad de que se impongan en las elecciones. «Nos temen porque nosotros sabemos decir que no. Puede que nos ofrezcan presidencias a cambios de pactos, puede que seduzcan a un posible alcalde a cambios de pactos, pero nosotros sabremos decir que, en esas condiciones, no». Cierto es que, si se miran los apoyos en ovaciones, las dos principales corrientes se encontraban a la par. Aunque también hay que reconocer que quienes se desplazaron a Vistalegre forman parte de los círculos, que es como decir el «núcleo duro» en cada municipio. Otra cosa será lo que decidan los votos telemáticos.

La idea de que no solo quien tiene «más tiempo» o «más experiencia» tiene que marcar la línea en Podemos es algo que han reiterado desde «Claro que Podemos». Lo hizo especialmente Carolina Bescansa, la encargada de defender los principios organizativos. En «Sumando Podemos», sin embargo, se apela a una mayor autonomía de las bases organizadas. Unos activistas que, como es habitual, debatían en corrillos mientras que las diferentes propuestas se exponían en el escenario. Tras una maratoniana jornada y con Vistalegre ya a media entrada, Iglesias invitaba a «no mirar hacia adentro, sino hacia fuera».

Textos vascos sobre el conflicto
resoluciones

Las cinco resoluciones más votadas abogan por reestructurar la deuda, la sanidad pública, la educación pública, adoptar medidas anticorrupción y el fin de los desahucios.

Dos resoluciones planteadas desde Euskal Herria introdujeron el conflicto vasco en la asamblea de Podemos. La primera, avalada por el círculo Podemos-Ahal Dugu Noroeste, rechaza la actividad de ETA pero reclama la «clarificación del pasado, la normalización del presente y la conciliación del futuro», haciendo mención tanto a las víctimas de acciones de la organización armada como aquellas que han padecido tortura o violencia por parte del Estado. Reivindica que «Podemos no puede eludir el papel que como movimiento ciudadano puede tener contribuyendo a la resolución del conflicto» y plantea «abrir un proceso de diálogo entre Gobierno y ETA que permita avanzar en el proceso de desmantelamiento y desarme total», abogando también por el fin de las políticas de excepción y por terminar con la dispersión. El acercamiento de los prisioneros aparece también en otra resolución, esta sin firma, que pide la excarcelación de aquellos que sufren enfermedades graves, así como la aplicación de «beneficios penitenciarios a quienes tengan derecho a ello». Ninguna salió entre las cinco más votadas. A.P.