Beñat ZALDUA
EL PROCESO SOBERANISTA CATALÁN

El escenario catalán en tres actos y a cuatro voces

La ruptura de la unidad de los partidos soberanistas, la convocatoria alternativa del 9N y la posibilidad de elecciones plebiscitarias son los tres ejes sobre los que se han movido las últimas y confusas semanas en Catalunya, y sobre las que tratamos de arrojar algo de luz a través de cuatro voces. No representan ninguna versión oficial pero nos acercan a los posicionamientos de algunos de los protagonistas del proceso catalán.

Decía recientemente el subdirector de «La Vanguardia», Enric Juliana, que «quizá la Catalunya política esté generando complejidad por encima de sus posibilidades reales de gestionarla». Es bastante probable. ¿Por qué Mas apenas aguantó el pulso al Estado tras la suspensión de la consulta? ¿Por qué ERC rechazó en primer término la consulta alternativa? ¿Por qué dirigentes de ICV dicen que no votarán? ¿Cómo es que la CUP, la formación antisistema, ha intentado ejercer de puente entre el resto de partidos? Y pasado el 9 de noviembre, ¿debe Mas convocar elecciones? ¿Serán plebiscitarias? ¿Por qué reclama Mas una lista unitaria? ¿Por qué la rechaza ERC? ¿Por qué ICV-EUiA se opone al carácter plebiscitario de los comicios?

Las preguntas son muchas y las respuestas, a día de hoy, todavía escasas. Admitiendo pues, de buen inicio, que no se responderán todas las cuestiones, hablamos con cuatro voces autorizadas para tratar de esbozar un retrato de la situación actual. Se trata de Agustí Colomines, exdirector de CatDem -fundación vinculada a CDC- y buen conocedor del president, Artur Mas; de Josep Bargalló, exconseller en cap y exconseller de Educació por parte de ERC; Jordi Miralles, exdiputado de ICV-EUiA y excoordinador general de EUiA; y Antonio Baños, escritor, periodista, miembro de Súmate y colaborador habitual de la CUP. Para detectar puntos de acuerdo y desacuerdo, dividimos el análisis coral en tres bloques: la ruptura de la unidad de acción de los partidos soberanistas, la convocatoria del 9N y la opción de unas elecciones plebiscitarias.

Porcelana quebrada

La semana pasada, después de días de tensión acumulada, la unidad de los partidos soberanistas se rompió definitivamente. La porcelana fina de la que a menudo habla Mas se quebró, según Colomines, «en el momento en que se puso encima de la mesa una cosa que una parte no había querido entender nunca, que es que el president no se saltaría la legalidad». A juicio de Bargalló, «Mas no osó estirar la cuerda hasta el último momento», lo que ha impedido «demostrar hasta dónde llega la intransigencia del Estado». También Miralles señala que «la decisión de cambiar el carácter del 9 de noviembre fue de Mas» y que eso llevó «en primer lugar al desconcierto y después a la desconfianza»..

«¿Alguien piensa que el president de la Generalitat se ha metido en este berenjenal para ahora dar marcha atrás?», pregunta enfáticamente el historiador Colomines. Y aquí es donde Miralles y Bargalló, que vivieron en primera persona el proceso del Estatut, recuerdan que fue Mas quien se plantó en la Moncloa para pactar el texto directamente con Zapatero. Los acontecimientos de los últimos días han despertado, por lo tanto, viejos recelos y antiguas desconfianzas, lo cual tampoco debería suponer una ruptura definitiva. Para Bargalló, se trata de un «aprendizaje positivo» que permitirá «avanzar con las dosis de confianza y de desconfianza justas para tomar en cada momento la mejor decisión».

Y por si acaso, Baños recuerda quién lleva la batuta: «Lo que se rompió fue la unidad de los partidos, no de la gente ni del proceso, como se vio el pasado domingo». «El pueblo organizado ha dejado muy claro que no quiere más vieja política en un despacho cerrado y que está dispuesta a llevarse por delante a quien sea, incluso a Junqueras», añade.

¿Otra movilización?

A día de hoy, el principal punto de encuentro de las formaciones soberanistas se encuentra en la convocatoria alternativa del 9 de noviembre, si bien existen matices. Así, Baños asegura que el 9N será «un acto de rebeldía ante la prohibición de la consulta, un acto de soberanía nacional y un acto de empoderamiento popular, porque si la jornada es festiva y muy participativa, se volverá a demostrar que estamos por delante de las instituciones».

Para explicarse, Colomines recomienda imaginarnos que en otro país -«para olvidarnos del toque emocional»-, un Gobierno «monta un proceso participativo para sortear las dificultades que le pone el Estado». «¿Cómo le llamaríamos? Pues insubordinación, rebeldía y ganas de demostrar que se va adelante. Es una movilización más, pero no solo de la sociedad civil sino institucionalizada, por lo que me parece un paso más adelante», añade.

Miralles, que asegura «no entender» la primera reacción de los líderes de ICV -que dijeron que no votarían-, asegura que él sí que irá a votar en lo que considera «una movilización con urnas necesaria para seguir caminando hacia el derecho a la autodeterminación». «No es la consulta que queríamos y tiene un nivel de manipulación electoralista, pero hay que acordarse de aquello que como marxistas aprendimos cuando éramos jóvenes: ¿Dónde está la contradicción principal? Pues en que el pueblo de Catalunya quiere votar y al PP no le da la gana dejar votar», concluye.

También Bargalló asegura que, «una vez constatado que no hay una consulta formal que cumpla con los parámetros internacionales», el objetivo debe ser «convertir este nuevo proceso de participación ciudadana en una nueva evidencia, para la comunidad internacional, de que aquí hay una mayoría que quiere decidir». «Eso sí -añade sin tiempo para preguntarle- si se cambia la consulta original por un proceso de participación, hay que añadir, como hizo Mas, que la verdadera consulta se dará en las próximas elecciones y que por lo tanto, la convocatoria de estas elecciones debe ser inmediata».

Refrendo final

Aquí es, de hecho, donde los caminos se vuelven a bifurcar y no en dos únicos sentidos Tampoco en tres. Baños y Miralles coinciden con Bargalló en la necesidad de convocar inmediatamente las elecciones, pero el último discrepa sobre el carácter plebiscitario que deberían tener estas nuevas elecciones. Colomines, por su lado, coincide en que las siguientes elecciones deben ser refrendarias, pero discrepa sobre la inmediatez de su convocatoria: «Si se trata de hacer un cambio de gobierno autonómico, las elecciones serán en tres meses, si se trata de hacer un cambio hacia la independencia, ya lo veremos y ya lo acordaremos».

Lo dice porque considera que, antes de una declaración de independencia, queda «trabajo previo» por hacer y recuerda que la estrategia de Mas es «gradualista». «Como al final habrá que negociar con el Estado, pues yo prefiero que se celebren las plebiscitarias después de que el PP pierda la mayoría absoluta», añade. Este planteamiento se sitúa, a día de hoy, en las antípodas del propuesto por Bargalló, que defiende que «ni podemos esperar eternamente a la construcción de unas estructuras que se podrían haber creado estos últimos meses, ni podemos declarar la independencia y quedarnos tan anchos». Por ello defiende un «proceso paralelo» en el que se combinen la declaración de independencia en el Parlament, la negociación y la construcción de las estructuras necesarias antes de que, «en un periodo de tiempo corto», la independencia se haga efectiva. Una vía que casa con la defendida por Baños, que distingue entre declaración de independencia -como declaración de intenciones- y proclamación de independencia -la secesión efectiva-.

Y por si fuera poco, en el debate entra en juego también la reclamación de una lista unitaria realizada el lunes por Mas. Una propuesta en la que unos ven un mecanismo del president para asegurarse que no pierde las elecciones y otros justo al revés, es decir, que ERC rechaza la lista porque no quiere desaprovechar la oportunidad de ganar las elecciones. Ambos planteamientos son, a todas luces, compatibles.

Entre los entrevistados, Bargalló, Baños y Miralles rechazan la lista unitaria, aunque los dos primeros coinciden en la necesidad de que «los partidos soberanistas se pongan de acuerdo en la parte programática sobre cómo llegar al Estado soberano», en palabras del exconseller en cap. Colomines, por su lado, ve como posibilidad «una lista presidencial en la que el president encabece una alternativa propia, independientemente de partidos».

Vistas las discrepancias, no parece mala idea haber aparcado los debates para después del 9N, una fecha que ha permitido recuperar cierta unidad de acción entre los partidos soberanistas. Pero acabada la tregua, las formaciones tendrán que acordar una nueva hoja de ruta y a juzgar por lo relatado, no será nada fácil. Siempre hay lugar, sin embargo, para optimistas crónicos como Baños: «El grado de conciencia política de que esto hay que llevarlo hasta el final es tremendo y saltará por encima de los tacticismos partidistas. El pueblo organizado es ahora mismo un actor tan importante como los partidos políticos, que tienen un margen de maniobra muy pequeño».