El calvario de Iturraspe
El colegiado pitó el final del partido y San Mamés estalló de alegría. Sobre el verde, los rojiblancos se saludaban con los sevillistas antes de exteriorizar el júbilo por los tres sufridos puntos... Todos menos uno. Ander Iturraspe, cabizbajo, ajeno al estruendo, se encaminó hacia vestuarios, pausado, con determinación, sin volver la vista atrás. Solo reparó en su invisibilidad el jefe de prensa del club, que le animó con una leve palmadita allá donde la espalda pierde su nombre. Y se perdió bajo el túnel camino de la ducha. Solo. Tras una más que aceptable primera mitad, donde se le vio muy enchufado, aguerrido, entonado, la segunda fue un calvario para el de Matiena. Algunos errores puntuales pero demasiados visibles, algún balonazo sin ton ni son, a veces frustrado, desfondado físicamente en el último tramo del choque cuando su equipo más sufría, su actitud al finalizar el partido o se debe a un monumental cabreo consigo mismo, a un lógico malestar porque un justiciero San Mamés no le perdone ni una o a sentirse dolido con su técnico por no cambiarle -sacó a Muniain por Gurpegi- cuando faltando más de un cuarto de hora no podía ni sostenerse, exhalando su último suspiro en una aplaudida carrera hasta la línea de fondo andaluza. A cada parón doblaba el espinazo y cogía aire. Quería llegar y no podía, recibía el balón y no tenía repris. Solo le faltó dejarse caer como hizo Aduriz para que el juego se detuviera y se procediera al cambio. Urge recuperar al mejor `Itu', llamado a ser bandera del futuro Athletic. Y cuanto antes, mejor.

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