Mikel INSAUSTI
Zinema kritikaria
CRíTICA: «Corazones de acero»

El horror de la guerra vivido en el interior de un tanque

Ha sido a raíz de la invasión de Irak cuando el cine se ha empezado a interesar por lo que es el horror de la guerra vivido desde el opresivo e incómodo interior de un tanque. A Hollywood, en cambio, nunca le interesó ese vehículo en sus grandes producciones bélicas, prefiriendo los submarinos para describir la tensión del combate en su versión más claustrofóbica. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que un cineasta independiente como David Ayer se haya atrevido a sacar a colación los carros blindados, que nunca fueron un motivo de orgullo histórico debido a la humillante debilidad de los Sherman estadounidenses frente a los todopoderosos Panzer Tiger alemanes.

«Fury» es la película más sorprendente de David Ayer en su filmografía como realizador y guionista, porque en ella demuestra que es capaz de dar un completo giro estilístico a su cine. Cuando todavía están recientes sus experimentaciones con el documental policial cámara en mano, se apunta al género bélico más clásico para rodar las batallas en toda la amplitud panorámica del formato scope. La primera secuencia en la que la cámara sigue con un lento y sutil desplazamiento a un oficial nazi a caballo, procedente de la línea del horizonte, es de una elegancia que no había aparecideo en sus anteriores trabajos; y lo mismo se puede decir de la toma cenital que cierra el largometraje. Es así cómo la acción violenta busca una plasticidad o belleza explosivas, cuando no sangrientas, a lo que contribuye la fotografía del ruso Roman Vasyanov, y que no por casualidad recuerda a la obra maestra de Elem Klimov «Mascare: ven y mira».

Los planos interiores con los tanquistas desorientados disparan la tensión hasta límites enloquecedores, sobre todo por el ruido y confusión que generan los impactos de la munición en el exterior del nada seguro blindaje. Tal vez se echa de menos una tripulación más dura, como las que seleccionaban en sus castings Sam Peckinpah o Samuel Fuller.